El taxi aéreo, un aeroclub olvidado y la dictadura: millas en la vida de un piloto de Centenario

José Antonio Giménez fue apodado como “El loco” por quienes lo vieron en el aire. Dejó huella en su tiempo, primero por su pasión entre las hélices y más tarde, por la mayor de sus angustias.

El transporte aéreo fue noticia estos días en el país, por el contundente aumento en sus tarifas, que ascendieron un 150% tras la devaluación, afectadas por estar dolarizadas. A pesar de los costos, la ventaja de los viajes en avión siempre fue la capacidad de acortar distancias y tiempos de traslado, algo irremplazable que la provincia de Neuquén aprovecha desde hace mucho. En la historia de la actividad, Centenario tuvo su aeroclub y de sus filas surgió la figura de un piloto y vecino que sobresalió por animarse a innovar con el servicio de “taxi aéreo”, el primero en toda la zona, conectando distintos puntos con su avioneta Cessna 210. Lamentablemente, la violencia en el país hizo que esa pasión quedara de lado años después, cuando su hija Lilian fue asesinada en plena dictadura. Él, de hecho, también fue detenido y torturado en distintos centros clandestinos. Era peronista de toda la vida, pero no se le comprobó delito y nada justifica lo que les hicieron. Así de irracionales fueron los cambios que le tocó atravesar.

Un servicio único


José Antonio Giménez es el protagonista de esta nota, “El loco” para quienes lo vieron pilotar, por ejemplo, pasando por debajo de las líneas de alta tensión. Fue presidente del aeroclub local, integrante de la segunda camada de pilotos que se sumó, después de la creación impulsada por Francisco Pons. Aunque el recuerdo de esta institución duerme en el olvido o el desconocimiento para muchos valletanos, se sabe que existió desde 1956 y que tuvo su sede en el terreno que hoy ocupa la esquina de calles Honduras y Perú, a la altura de la segunda rotonda de la ciudad, por Ruta 7.

Esa era la base donde se podía coordinar un viaje en “taxi aéreo” con José al mando, una especie de vuelo privado de costo más accesible y menor alcance, aunque sin escalas ni esperas innecesarias. Los traslados sanitarios, de hecho, eran una de las alternativas que se ofrecían, sumados a los viajes express de artistas y hasta grandes chacareros. “La localidad de Centenario, como fidedigna expresión del progreso alcanzado a través de sus 45 años de vida, cuenta con un servicio que puede calificarse como excepcional. Es la única de nuestra zona que posee un servicio así”, destacaba RÍO NEGRO en su versión impresa. Según el aviso publicitario, cualquier consulta podía realizarse por teléfono llamando al N° 28, dato que da cuenta de la baja densidad poblacional que allí habitaba, al menos con acceso a la comunicación.

Foto: Gentileza Vicente Stagnaro.

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Jose, a la derecha, junto al recordado sacerdote Jacinto Stábile – Foto: Gentileza Vicente Stagnaro.

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La zona del Aeroclub, desde el aire. Hoy todo está cubierto de viviendas.

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Vicente Stagnaro es quizás quien más archivo guarda al respecto. El entrenador y aficionado por la historia local dialogó con este medio para compartir lo que atesoraba sobre la actividad aeronáutica y sus referentes en esa ciudad neuquina. En la época de Giménez, contó, se incorporaron dos avionetas al primer avión triplaza que poseía la entidad, gracias a la ayuda de los productores, ya que era la fruticultura el principal motor económico del lugar. “Mucha gente recuerda que en las Fiestas Patrias o Aniversarios, les daban a los vecinos la posibilidad de volar un ratito en forma gratuita o con una colaboración desinteresada”, relató.

Las publicaciones de la época recuerdan a Giménez como “un hombre de empresa, de ideas modernas y acordes con el ritmo rápido de este siglo”. Para los vuelos como “taxi aéreo” usaba “un potente avión Cessna 210, que alcanzaba una velocidad crucero de 320 kilómetros horarios”, con capacidad para cinco personas y que podía planear, aproximadamente, hasta 1200 kilómetros. Apto para despegues en pistas sin asfaltar, ese modelo venía desde Estados Unidos y había comenzado a fabricarse apenas unos años antes, con instrumental de vuelo integrado por radio compás, equipo VHF y HF, giróscopo, tren retráctil y otros adelantos, le halagaban.

Empuje para la aviación


Según su memoria, Vicente conoció a José cuando era niño, en el estudio de fotografía que él poseía como actividad por fuera de los aviones. Se llamaba “Foto Centro” y estaba ubicado en calle Primeros Pobladores 15. “Tuvimos una excelente relación, era un tipo muy bohemio, que vivía intensamente la vida, lo que le gustaba lo hacía, a mi me encantaba su forma de ser”, compartió. Si bien no era nativo de la ciudad, José vivió allí desde 1954 y la vio crecer.

El auge de la aviación no era un asunto aislado en la provincia, ya que la gestión del segundo gobernador después de la provincialización, Ramón Asmar, había impulsado el uso del transporte aéreo como una alternativa que sorteara el mal estado de los caminos y la falta de puentes para cruzar varios ríos, explicó la revista especializada “Más Neuquén”. Aunque no era una alternativa al alcance de todos, cobraba fuerza para comenzar a resolver las implacables distancias que separaban a los pueblos.

Hasta Las Ovejas supo tener pista, registrada en una publicación de octubre de 1965 que preserva el archivo histórico de este medio. Junto con una obra similar en Zapala, se impulsaba este tipo de avances para fomentar el turismo, explicaron. En ese sentido, el investigador Isidro Belver, evocó la gran expectativa que se había generado entre los pobladores. “Prestó grandes servicios en tiempos de TAN (Transportes Aéreos Neuquinos) pero desgraciadamente fue mal construida y comenzó a levantarse la calzada, ¡parecía serrucho! Quedó inservible, hasta un avión cayó al despegar”, se lamentó.

Foto: Archivo Diario «Río Negro».

Ese desarrollo tampoco se sostuvo en el Aeroclub de Centenario, que después de algunos años de esplendor, entró “en un impasse por falta total de actividad”. En la entrevista que RÍO NEGRO le realizó para el suplemento aniversario de 1965, José ya repudiaba “la total falta de apoyo de la Dirección Nacional de Aviación Civil, que se había desentendido en forma absoluta de los problemas que afectaban a la institución y que son de su incumbencia, ya que un club aerodeportivo de ninguna manera puede subsistir por sus propios medios”. “Espero, al igual que el resto de los asociados, que se pueda superar esta etapa, para lo cual es necesario llegar a un acuerdo con las autoridades municipales y obtener su colaboración para que el año venidero, si resulta propicio, se pueda reanudar la vida normal de la entidad”, anhelaba.

Lamentablemente eso no pasó. “A las dificultades económicas se sumó que les pidieron los terrenos donde estaban ubicados, así que el Aeroclub desapareció en 1971, dejando un gran vacío entre las personas que disfrutaron de él”, concluyó Vicente. Ya habían sufrido, en agosto de 1961, la trágica muerte de su fundador, Francisco Pons, intendente de la ciudad en ese momento, que cayó a bordo de su propio avión cuando iba rumbo al Aniversario de Chos Malal. Según la Federación Argentina de Aeroclubes, en todo el territorio de la provincia hoy solo quedan dos instituciones de este tipo, en Neuquén capital y en Zapala.

Secuestrado por reclamar


En medio de ese panorama, se sabe que este piloto era separado y padre de dos hijos, José (“Joseso”) y Lilian Raquel, “Lili” para sus seres queridos. “Era una belleza, hermosa ella, la conocí”, contó Vicente. La joven había nacido en 1955 en Neuquén, y además de sus años en Centenario, también vivió en Cipolletti, donde estudió en el Colegio “Manuel Belgrano”.

Fruto del vínculo de José Antonio con Rosa Druscovich, al llegar a sus estudios terciarios se anotó en la carrera de Ingeniería Industrial, en tiempos en que la Universidad Provincial del Neuquén recién pasaba a ser la Universidad Nacional del Comahue. Período movilizado en la región en muchos sentidos, después del Choconazo por ejemplo (1969 – 1970), entre otros tantos procesos sociales y políticos que estaban en efervescencia.

El recuerdo de Lilian en 1968, cuando jugadores del club Boca Juniors visitaron Centenario.

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En ese contexto, “Lili” se convirtió en militante de la Juventud Peronista y de Montoneros. Después de dos años de cursada, decidió mudarse, para ingresar como obrera en la tradicional fábrica bonaerense “Alpargatas” en 1975. Fue asesinada en plena vía pública, en la zona de Bernal, partido de Quilmes, el 17 de abril de 1976, en el marco de una “ejecución sumaria” (condena, sin derecho a juicio justo ó defensa), según confirmó el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado elaborado por el Gobierno nacional, con detalles que sumó el archivo del gremio docente Unter, en su sitio web.

Lilian tenía sólo 21 años cuando la mataron y José, 45. A él lo detuvieron casi un año después en Cipolletti, el 10 de enero de 1977, aunque estaba viviendo en Buenos Aires, contaron allegados a la familia. En el pueblo estaba latente el miedo a ser relacionados con ellos, para no sufrir lo mismo. Testigos aseguraron en el Juicio “La Escuelita”, que el argumento para el arresto fue “haber reclamado por su hija”. A él lo describieron como como “un hombre flaco, con anteojos, sin barba ni bigote y de pelo gris”, a quien no dejaban relacionarse con el resto, exagerando el apodo que todavía portaba.

El nombre de «Lili» está entre los legajos que hace unos meses la UNCo entregó a las familias de víctimas del terrorismo de Estado en la región.

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Según el libro “Crímenes de la Dictadura en Neuquén y Río Negro”, elaborado por el Sindicato de Prensa, primero estuvo retenido en la comisaría Cuarta, donde permaneció 48 horas esposado, hasta que terminó encapuchado en el predio de “La Escuelita”, en Neuquén, donde lo torturaron. Así comenzó su doloroso itinerario que incluyó el Penal de Neuquén, la Coordinación Federal y Campo de Mayo en Buenos Aires (a donde llegó, paradójicamente, a bordo de un avión Piper del Servicio Penitenciario Federal), para luego volver a “La Escuelita” y pasar a la U9. Recuperó la libertad cuatro años después, el 9 de Julio de 1981. Hay quienes afirman que no lo mataron por tener un hermano en Comunicaciones de la Policía.

En el Legajo Conadep N° 3035 que figura en el sitio desaparecidos.org, quedaron registradas apenas unas líneas de lo que fue su testimonio, que compartió más tarde en varias ocasiones. “Se limitaban a ordenarme que “cantara”, es decir que dijera lo que sabía, sin realizarme ninguna pregunta específica respecto de ningún hecho (…) al punto de que se me exigió, finalmente, escribir de mi puño y letra una descripción de mis actos en el tiempo inmediatamente anterior a mi secuestro, cosa que comencé y fui interrumpido sin darme lugar a firmar dicho escrito, seguramente porque el mismo no les servía”, contó.

Cuesta pensar que la vida de este piloto, presidente del antiguo Aeroclub, innovador en sus emprendimientos, siempre con la vista puesta en los controles y el horizonte, diera un vuelco tan drástico, tan injusto y tan amargo. De hecho falleció sin conocer la sentencia por lo sufrido. “Sus últimos años los vivió en Centenario”, afirmó Vicente, mientras volvía a repasar las fotos de su archivo, de cuando José era joven y posaba junto a su niña, la muchachita de trenzas en el pelo y medias a la rodilla, que seguro soñaba con un mundo mejor.

Foto: Archivo Diario «Río Negro».

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Foto: Archivo Diario «Río Negro».

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Foto: Archivo Diario «Río Negro».

Foto: Archivo Diario «Río Negro».

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