Lorena Rosales, un aprendizaje eterno con la danza

Descubrió su amor por el baile a los veinte y desde ese momento se lanzó a estudiar y explorar el mundo de la creación en danza. Hoy la bailarina y coreógrafa de Cutral Co es docente en la Escuela Experimental de Danza Contemporánea (EEDC) y en el Instituto Universitario Patagónico de Artes (IUPA).

P- En diez palabras (más o menos), ¿Quién es Lorena Rosales?

R- Mujer, hija, hermana, amiga, compañera. Cutralquense atravesada por su historia. Docente, bailarina y exploradora de la creación en danza.

P- ¿Cuándo fue que dijiste “es por acá”?

R- Creo que fue cuando vi una obras de Locas Margaritas. Me di cuenta que quería estar ahí, bailando. Tenía 23 años y no había tomado ni media clase de danza. Pero en la búsqueda y gracias a las maestras motivadoras (Laura Balmaceda y Andrea Basconcelo), me acerqué a la Escuela Experimental de Danza Contemporánea (EEDC) de Neuquén. En una primera instancia no quise rendir el examen porque no tenía malla y mediapuntas. Con el tiempo me di cuenta que nada de lo que gira alrededor del imaginario de la danza es real. Que la danza, la propia danza, las vas construyendo, y colectivamente.

P- ¿Qué fue lo que más te gustó hacer?

R- Siempre me gustó tomar clases de danza. De improvisación, siempre fueron mis favoritas. Me encanta el estado de aprendizaje. Pero tampoco puedo negar que disfruté mucho poder interpretar estados de danza. Trabajar con coreógrafos y coreógrafas como Mariana Sirote, Leandro Kees, y otros. Siendo parte de elencos regionales como el Patagónico de Danza Contemporánea, Marea. O bailando en obras de creadores locales. Creo que mientras se trabaje con equipos donde te sentís cuidada y querida es como la panacea (se ríe). Yo me río pero es real. No, tenemos que dejar que se sigan instalando los malos tratos. Esa es la vieja escuela. Somos parte de una generación que está trabajando en eso.

P- ¿Algunas anécdotas con el arte?

R- La danza me hizo vivir muchas situaciones, desde meterme a flotar por el río Neuquén para un videodanza sin saber nadar, hasta sorprenderme de ver llorar gente en la primer función de “La piel”, porque no lo esperaba. Creo que las anécdotas con las amigas de la carrera del profesorado de danza fueron muchas y muy lindas, fue una etapa de cambios muy decisivos, porque hasta ese momento me faltaba muy poco para recibirme de socióloga, que aún tengo pendiente.

P- ¿Qué tiene de particular el ámbito de la danza, en relación a las demás artes?

R- Y es una de las artes más primitivas, en conjunto con la música, y sin embargo todavía es una de las artes donde sus trabajadores tenemos que hacernos un lugar. Viendo cómo creamos y sostenemos la escena (por lo menos en la Patagonia, que es un contexto distinto de Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Cómo nos podemos involucrar en la escuela pública. Y hasta generando el Movimiento de la Danza para ver si en algún momento los legisladores aprueban la ley de danza, y el instituto de la danza. Podría decir que la danza es cuerpo, pensamiento, creación, todo eso en conjunto, pero también es arte y política.

P- ¿Cómo ves al escenario cultural por estos tiempos?

R- Creo que los y las artistas siempre están en compromiso con el hacer de manera contextualizada. Estamos en tiempos complejos. Pueblos que luchan. Y en la Argentina intentando sobrevivir a estos años de política neoliberal. Sin embargo, los y las artistas nos seguimos juntando, generando redes, espacios. Reflexionando y haciendo de la obra nuestro lugar de resistencia.

«Vibra», obra de Lorena Rosales que se estrenó en el ciclo Triada.

P- ¿En que anduviste trabajando este año?

R- Este año hice mucha docencia. Aprendí mucho de los y las estudiantes. De la EEDC y de IUPA. Estuve participando de la gestión del Festival Primavera en Danza con mis compañeras de la EEDC, y la Cooperadora ProDanza Patagonia. Y pudimos concretar dos proyectos en los que trabajamos con amigas y amigos. Por un lado, Triada, ciclo de artes en movimiento, un espacio de difusión de las artes escénicas y de la danza contemporánea. Autogestivo e independiente. Y por otro estrenar dos obras en las que trabajé muy atravesada por las experiencias personales: «La piel” y “Vibra”. Además de que son las dos primeras obras después de muchos años que me animo a compartir con el público.


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