Los arbustos de flor
Evitemos las mutilaciones.
Llamamos “arbusto” a toda planta que se ramifica en tres o más ramas desde el suelo y eso les da la estructura típica a cada especie, unido al colorido de cortezas, follaje y flores. Conocer sus particularidades evitará mutilaciones sin sentido.
Cuando esos arbustos son de tallos tiernos (“herbáceos”) generalmente son las heladas las que se encargan de la “poda” y lo único que nos queda por hacer es retirar todo lo que esté seco en primavera, para que vuelva a brotar desde la base o “cuello”.
Son los arbustos leñosos los que se someten a podas, muchas veces feroces, para que se “renueven”… especialmente los que se aprecian por sus flores.
FLORACIÓN PRIMAVERAL
Dentro de los leñosos podemos diferenciar dos grandes grupos. En el primero están los de floración primaveral, que lo hacen sobre yemas formadas a partir del otoño anterior como los árboles frutales de pepita y carozo en las chacras, donde la poda invernal se hace para lograr la máxima cantidad de fruta de tamaño comercial.
Si hacemos eso en el jardín estaríamos eliminando gran cantidad de flores, por lo que las podas -de ser realmente necesarias- se hacen cuando ha caído el 50% o más de los pétalos. Las forsitias y los membrilleros de flor, son los ejemplos más usuales.
FLORACIÓN VERANIEGA
El otro gran grupo son los que forman sus flores sobre las varas que nacieron a partir de la primavera y florecen hasta el otoño. Estos se pueden podar -de ser necesario- una vez que ya no haya peligro de heladas y el arbusto típico es el rosal, exceptuando el trepador.
RENOVACIÓN PERIÓDICA
Lo primero que deberíamos hacer es limpiarlos de ramas secas, quebradas y, con prudencia, las muy débiles, lo que nos facilitará la visión general… “menos bulto, más claridad”.
Luego podemos eliminar ramas viejas desde el cuello. Una regla general es quitar no más de un tercio por vez, para evitar que el arbusto entre en desequilibrio, lo que incentiva el nacimiento de “chupones” desde el pie de injerto silvestre.
Al permitir el desarrollo de las varas, se logra mayor vigor por fotosíntesis. Si además se evita la formación de semilla, el resultado será un rosal de buen volumen y lleno de flores.
Eliminando periódicamente las varas viejas, el rosal se renueva naturalmente desde la base y no envejece.
En prácticamente todos los arbustos de flor el acortamiento continuo de ramas debería ser el último recurso, pues debilita al quitar sustancias de reserva y lo desfigura. Sólo si es imprescindible un rejuvenecimiento o se desea obtener flores de tallo largo con pimpollos para florero se justifica el acortamiento continuo.
TEODORICO HILDEBRANDT
ELJARDIN@RIONEGRO.COM.AR
jardinería
Diagrama de un rosal. Para que luzca vigoroso, lleno de flores y con su aspecto natural, se puede manejar con raleo de ramas desde la base y sin usar.
Llamamos “arbusto” a toda planta que se ramifica en tres o más ramas desde el suelo y eso les da la estructura típica a cada especie, unido al colorido de cortezas, follaje y flores. Conocer sus particularidades evitará mutilaciones sin sentido.
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