Neuquén, ciudad joven con desafíos por delante

Hoy la capital cumple 116 años. Desde sus orígenes supo aprovechar sus potencialidades, dos ríos generosos y una ubicación estratégica. Para adelante queda mucho por mejorar para llegar a ser una ciudad inclusiva, diversa y accesible a todos.

La ciudad de Neuquén cumple hoy 116 años. Mirando hacia atrás parece mucho el tiempo transcurrido. Sin embargo, la capital neuquina es la más joven de la Patagonia.


Pero aquel paraje denominado Confluencia, de apenas unos pocos caseríos diseminados en medio de alpatacos y barda, fue experimentando desde su fundación como capital, un crecimiento exponencial. Su potencial fue su ubicación estratégica sobre la ribera de dos caudalosos ríos, el Neuquén y el Limay.

La construcción del puente ferroviario que logró dominar las crecidas del impetuoso curso de agua facilitó la comunicación de ese pequeño poblado con el resto del país y fue precisamente eso lo que hizo que Neuquén se volviera una gran ciudad años después.


Según los censos oficiales, la ciudad pasó de tener 2.152 habitantes en 1914 a unos 16.738 en 1960. En la década del 80 su población era de 90.089 pobladores y once años después llegó a 169.098. Esto representó un crecimiento del 56%. La cantidad de habitantes experimentó su mayor incremento entre 1970 y 1980, con un crecimiento del 95%.


El desarrollo de la capital tuvo su impronta también en la obra pública y privada. Las antiguas casonas de una planta fueron transformándose con el paso del tiempo en edificios que desafían la altura. Desde la década del 70 Neuquén se vanagloriaba de su edificio más alto de 14 piso, el Hotel del Comahue. Pero su reinado duró hasta que llegó el Hilton y redobló la apuesta. En la esquina de Doctor Ramón y avenida Argentina muestra su poderío el complejo hotelero y de residencias temporales de 28 pisos. Fue pensado para una demanda que apareció con el auge de Vaca Muerta, un factor que llegó para imprimirle un nuevo ritmo a la ciudad.

Datp

95%
se incrementó la población de la ciudad entre 1970 y 1980.


Los servicios públicos se extendieron hacia todos los barrios, se habilitaron nuevos espacios públicos de esparcimiento, sobre todo para saldar una deuda pendiente: la de convertir a Neuquén en una ciudad turística, cuestión que aún no se pudo lograr. Seguimos siendo ciudad de paso.

El progreso trajo buenas cosas para esta ciudad de la Patagonia, pero también fue sacando a la superficie sectores relegados con muchas inequidades sociales de las que el gobierno local deberá tomar cartas.


En cuestión de derechos algo se pudo avanzar pero falta mucho por recorrer para que Neuquén sea una ciudad inclusiva, diversa y accesible para todos y todas. Faltan refugios para mujeres víctimas de violencia de género, las posibilidades a “todo” para los colectivos es necesario ampliarla, el acceso a la vivienda propia, a pesar del reciente creado instituto municipal, sigue aún en el plano de las ideas. Hay sectores que no cuentan con los servicios esenciales y hay mucha gente sin trabajo. Y la lista puede seguir y seguir.

Estos son los nuevos desafíos que tiene este Neuquén actual. En su génesis está el ADN de una ciudad con empuje y determinación y con recursos naturales suficientes. Con gente genuina que apuesta a esta tierra; solo hace falta crear la oportunidad para que definitivamente la capital sea eso que soñaron los pioneros: una tierra generosa con todos sus pobladores.


Una ciudad con ciudadanos que luego de la pandemia sigan en pie y se sientan orgullosos de ser capital y Patagonia.


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