Pandemia e inoperancia

Los casos de coronavirus no cesan de crecer. Tras más de 90 días se ha logrado contener la evolución de casos en la mayoría de las provincias, pero no en la región más densamente poblada y centro de la actividad económica del país: la zona del AMBA (capital federal y el conurbano bonaerense). En la Patagonia, Neuquén, Chubut pero sobre todo Río Negro experimentan una aceleración de contagios preocupante.


Estas regiones enfrentan un dilema: las condiciones sanitarias aconsejan volver a las fases más restrictivas de la cuarentena, pero con una población desgastada tras 90 días de confinamiento respetado de manera desprolija hay poco margen económico y social para retornar a “fase 1”.

Se suponía que la cuarentena estricta iba a permitir “aplanar la curva”, limitar las cadenas de contagio y dar tiempo a los gobiernos para preparar el sistema sanitario, tanto para atender a los enfermos graves como para determinar dónde estaban los principales focos de la enfermedad y diseñar un plan para aislarlos y extinguirlos. Eso se logró en provincias con pocos casos y que actuaron rápidamente, pero en Neuquén y Río Negro la estrategia no ha funcionado y la gradual reapertura de actividades vino acompañada de rebrotes y aumentos alarmantes de casos que amenazan con desbordar hospitales y clínicas en breve si no se toman medidas.


Las razones son varias. En muchas ciudades no hubo controles efectivos iniciales y aislamiento estricto a quienes regresaban del exterior o de zonas con circulación del virus y éste se diseminó. El acatamiento de la cuarentena inicial fue relativo, en parte por la anomia de la población, pero también la falta de capacidad de las autoridades para garantizar su cumplimiento. Tampoco se tuvo en cuenta a los barrios donde el hacinamiento y carencias imposibilitaban el aislamiento convencional y no hubo plan B. Recién ahora se avanza con la trazabilidad en sectores populares, quizás tarde.


La escasez de testeos y la demora en seguir las cadenas de contagio hizo que se fuera “detrás de la enfermedad” y no delante, lo que en Río Negro derivó en la circulación comunitaria primero en Valle Medio y actualmente en Roca, Bariloche y Cipolletti.


La falta de adecuada protección y capacitación produjeron una elevada tasa de contagio entre el personal de salud y de seguridad, con buena dosis de negligencia en esta fuerza, que se transformaron en focos de propagación del virus y disminuyeron el recurso humano y la infraestructura (cerraron cuatro clínicas en las dos provincias) en un momento crítico. A esto se sumó la actuación descoordinada y desarticulada en los distintos niveles del Estado y entre jurisdicciones, sea por miopía, rivalidad política o directamente inoperancia.


Roca es un ejemplo. Las diferencias partidarias entre el Municipio y la Provincia complican la prevención y atención de la pandemia, justo cuando más casos se reportan. Se vio claro en el episodio de los medievales montículos de tierra en los puentes, donde primero se tomó una medida drástica en forma apresurada, inconsulta y mal comunicada, luego se repartieron culpas mutuas y finalmente el objetivo, limitar la circulación innecesaria de gente, quedó en la nada. El Municipio casi se ha retirado de la escena cuando su rol es clave en el control en los barrios. Otro caso fue el papelón en la carga de datos por parte de la Provincia, con errores y sospechosas demoras con tinte de manipulación que moderaron artificialmente la suba de contagiados. ¿Solo ocurrió en Roca? ¿O es un método que se repitió en Bariloche y Valle Medio? Otro foco de diferencias han sido las derivaciones. ¿Los casos positivos de otras ciudades tienen que seguir siendo derivados a Roca, que cuenta con infraestructura mermada y personal sanitario agotado y al límite?


El problema hoy es que parece poco probable que se pueda evitar un nuevo pico alto y peligroso de la enfermedad sin volver a un aislamiento estricto, pero sin medidas de fondo y un horizonte claro de cómo se enfrenta la situación esto solo servirá para seguir posponiendo la crisis. Los gobiernos que mejor lidiaron con esta pandemia fueron aquellos capaces de generar credibilidad, de dar mensajes y números claros y de actuar de manera coherente. Las inoperancias y mezquindades políticas en medio de la crisis solo conducen al descontrol y el desastre.


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