Receta con historia: la pastasciutta de la Nona

A raíz del día del niño del domingo pasado, Ana María Marinozzi recuerda los tiempos de la Nona Catalina, mientras amasa una rica pasta y comparte con nosotros la receta familiar.

Amanece ventoso en el Valle, es un día del niño diferente. El sol apenas tibio, parece acompañar los recuerdos pasados: Bauty corriendo por el patio y su papá atrás; Isabella con su “jardincito” y Pipita en brazos de su mamá Vicky. Martín, Lea y Maira hablando entre risas contagiosas. Todos mis niños…
Camino por el patio y sólo Dobby me acompaña. Celebremos, diferente, pero celebremos, hay mucho que agradecer. ¿Una pastasciutta? ¿Por qué no? Al estilo Nona Catalina, que lo hacía en familia y con la mesa siempre llena. Algo que ahora no podemos.


Catalina cruzó el océano junto a Eustaquio y Elisa. Fue el puente que nos hizo sentir como propias algunas costumbres de su amada Italia. Las pastas y la reunión del domingo en familia eran cosa sagrada.

Vivo en un pueblo y tiene sus ventajas: consigo huevos frescos y su yema es de un amarillo intenso, ideales para mis tallarines. Somos tres, pero siempre repetimos, así que cuatro huevos.


Los coloco en un bol y con la ayuda de un tenedor los revuelvo sin mucho batir mientras agrego sal, pimienta negra y… (como siempre digo la cocina está llena de secretos) una pizca de ajo en polvo. Le resaltará el sabor. Vale la pena probar, anímense.

Mientras amaso mi pasta, las imágenes se dibujan y juegan conmigo.
Catalina era una mujer de porte muy grande, usaba un pañuelo negro que cubría su cabeza por completo al estilo siciliano. Hablaba poco, pero era la fiel custodia de cómo la Tía Leonor amasaba los tallarines del domingo. Una masa enorme, en lo posible una sola, decía mi Nona.


-Era muy viejita ya no amasaba. Mi mamá comenzaba, pero luego venían la tía Lidia y tu mamá para ayudar. (Norita)
Ya tenían la “Pastalinda” y se transformó en una aliada irremplazable, de aquel enorme palo de amasar. Los domingos la casa, el patio y la cocina se llenaban de visitas y la mesa de harina.
Agrego a los huevos harina, preferentemente 000; mezclada con una pequeña porción de fécula de maíz. La masa tiene que quedar dura pero posible de amasar. Vuelco sobre la mesa y mis manos se adueñan de ella hasta obtener un bollo suave y liso. Dejo reposar unos minutos, mientras controlo mi estofado de carne de pollo.


Conversaciones fuertes, a los gritos, tal la noble tradición, risas… Afuera viñedos, un lugar para jugar a la pelota y la yegua de arar. Mi papá me subía a ella y yo daba vueltas dentro del corral. En ocasiones mi papá jugaba en la cancha que distaba a pocos metros de la casa de la Nona Catalina. Una cerca de caña y el canal eran sus límites, la “enramada”, el camarín y un fuerte olor picante a loción de masajes nos decía que el partido estaba por comenzar. El Cholo era el “Messi “del equipo de Junín.
La pasta hacía su magia: un domingo en familia. Esa masa estirada muy fina se dejaba descansar.
Luego se envolvía en rollitos para cortar a mano.
Corto tres bollitos, amaso nuevamente con poca harina. Estiro con el palo y luego con ayuda de la máquina, estiro hasta que quede fina (preferentemente N° 5/ 6 )Dejo las tiras sobre la mesa ,espolvoreada con harina aireándose un ratito.


Recuerdo el tuco: un derroche de aromas con carne vacuna, chorizos o panceta casera. Mucha salsa que buscábamos de la Despensa de la casa. una puerta que daba a un lugar con grandes tesoros.
-Norita, recuerdo una cocina muy amplia, una mesa de madera y en la punta sentada la Nona Catalina. Una pequeña puerta lateral comunicaba con la despensa donde guardaban verduras y chacinados, era así
-En la despensa estaban las verduras, mercaderías y las conservas caseras. Los chacinados los guardábamos en un galpón, en otro lado.( Nora)
Al tuco de pollo le falta poco, pero quiero darle un toque distinto. Después de pelar, corto en cuatro trozos cada una de las dos berenjenas que voy a agregar a mi tuco.


Bajo el fuego y las cocino suavemente hasta que la salsa esté a punto.
Tomo una a una las masas, las espolvoreo con abundante harina de maíz y fécula de maíz, las enrollo suavemente. Con un cuchillo muy filoso corto rodajas de tamaños similares, de no más de un centímetro de ancho cada una. Desenredo y las dejo sobre la mesa cubiertas con la harina y la fécula.


La cocción tiene su estratégica: abundante agua hirviendo con sal, nada más. Cocino apenas unos minutos la pasta, la retiro y coloco en una fuente. Le agrego inmediatamente un chorrito de aceite de oliva y separo con ayuda de un tenedor. Agrego abundante tuco, mezclo sólo un poco.
Al servir en cada plato agrego según las preferencias: más salsa para Lea; pollo y queso para Carlos y mucho queso para mí.
Es hora de compartir la mesa, esa pastasciutta con todos, mi gran familia.
Mucho sol y conversaciones, sentada junto a mis padres envolvía los fideos en el tenedor, estaba prohibido cortarlos…, delicioso recuerdo junto a los que están, siempre están.
Gracias Nona Catalina.

Prof. Ana M. Marinozzi


INGREDIENTES:


1 Huevo por cada comensal -4 huevos.
Harina 000 400 gr (aproximadamente)
Fécula de Maíz 50 gramos
Harina de maíz (polenta) C/N
Sal, ajo en polvo, pimienta negra, Aceite de Oliva, C/ N


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