Recuerdos del volcán: a 9 años de otra crisis que conmocionó a Bariloche

La situación crítica de la economía regional que afecta a toda la población rememoró a algunos a los efectos de la caída de cenizas el 4 de junio de 2011. Un repaso de lo que ocurrió y su vinculación con la actualidad.

Era un típico día de otoño, un sábado sin nada de mérito para recordar, hasta que Bariloche y toda la región se vieron envueltas de pronto en una oscuridad impropia para la hora -eran las 16- y comenzó a llover una ceniza extraña, que poco después se convirtió en arena gruesa y continuó hasta la medianoche, acompañada de relámpagos y truenos sobrecogedores.

Se trataba de la erupción del complejo volcánico Puyehue-Cordón del Caulle, ubicado 400 kilómetros hacia el noroeste, en territorio de Chile, que comenzó aquel cuatro 4 de junio de 2011 y dejó una marca indeleble en la memoria regional.

Las primeras sensaciones fueron de incredulidad, de temor por el presente y por el futuro, de preocupación por los efectos económicos. Pero no hubo fallecimientos ni problemas serios de salud, salvo para algunas personas con trastornos respiratorios.

El paralelo con la situación actual surge inevitable, aunque en este caso el riesgo es de distinto tipo, porque hay de por medio un virus desconocido, que infecta y mata. Y que no sabe de fronteras.

En aquel momento el municipio reaccionó como pudo, los sindicatos se organizaron de inmediato para preservar el empleo y las entidades empresarias concentraron esfuerzos en salvar lo que se pudiera de la temporada turística.

Un ave ilumina con su color el gris que dominó el paisaje durante meses. Archiv Chino Leiva

Se tornaron habituales también por aquellos días los barbijos y mascarillas. El trajín comunicacional empezó a instalar términos como “planes Repro”, “manuales de procedimiento”, “piroclastos” y “área de dispersión”.

En lugar del recuento estadístico de contagios y muertes, la información esperada día tras día eran los reportes sobre “la altura de la columna” de polvo y gases volcánicos, que se mantuvo largo tiempo por arriba de los 10 mil metros. También abundaron las entrevistas a vulcanólogos y las idas y venidas sobre las “declaraciones de emergencia”.

El intendente en 2011 era Marcelo Cascón, quien transitaba el final de su mandato. “En aquel momento lo vivimos como una crisis terminal -recuerda hoy-. Quedamos aislados por aire durante seis meses, y por ruta varios días, hasta que se pudo limpiar la ceniza. También hubo cortes masivos de electricidad. Se paralizó todo. Y el impacto no fue sólo unos días, sino algo continuado en el tiempo”.

Dice que desde el municipio la reacción inmediata fue “convocar absolutamente a todos los sectores y organizaciones a una mesa multisectorial para tomar decisiones y definir qué tipo de ayuda se iba a pedir, qué paliativos hacían falta en lo económico y en lo laboral. De modo que el discurso fue uno solo”.

El paisaje desolador y gris que dejó la cenizas del cordón Caulle- Puyehue en la la cordillera en 2011. Archivo Chino Leiva

También funcionó desde los primeros días un “comité de crisis” como el actual Coer- para las indicaciones prácticas a la población y para tramitar “el operativo de limpieza de la ciudad”, que obligó a remover miles de toneladas de ceniza. Otro grupo convocado desde el municipio reunió a científicos, vulcanólogos y técnicos de distintas especialidades “que se reunía en el Centro Atómico” y aportabn información sobre las características de la ceniza y la eventual duración del evento eruptivo, rememora el exintendente.

Justamente el desconcierto sobre ese último punto generó desazón en muchos barilochenses, ya que la erupción parecía eterna. El volcán tuvo otras explosiones en los meses sucesivos y continuó con la emisión de cenizas casi hasta fin de año.

El empresario Mariano Giménez participó de todo el proceso consultivo y de las gestiones de ayuda como directivo de la Cámara de Comercio y su recuerdo más vívido -dice hoy- tiene que ver con “la gran campaña solidaria de palas, escobillones y carretillas” que se instrumentó para despejar las calles de la ciudad.

Subraya que la erupción del volcán “fue un shock muy duro” para Bariloche, al punto de que “lamentablemente algunos comercios quedaron en el camino, y también hubo gente que no lo asimiló y se fue a vivir a otro lado”. Una realidad de la que muchos tienen registro pero que nunca se cuantificó.


Comparaciones


El episodio Puyehue fue para Bariloche una experiencia, única, traumática, que no estaba en los planes de nadie. Las crónicas de aquel momento la ubicaban como la crisis más profunda en la historia de la ciudad. Hoy esa caracterización quedó superada por la pandemia, como Cascón reconoce, entre la perplejidad y la ironía.

Aquella vez el fenómeno estuvo acotado en lo geográfico, aunque no tanto. La ceniza en suspensión es un tóxico letal para las turbinas de los aviones y no sólo obligó a cerrar durante largo tiempo el aeropuerto local. También, por efecto de “la pluma” hubo vuelos cancelados en Neuquén, en Buenos Aires y hasta en puntos tan distantes como Johannesburgo, Singapur y Perth (Australia).

Un colectivo atraviesa la estepa patagónica colmada de cenizas a pocos kilómetros de Bariloche. Archivo Chino Leiva

El turismo sufrió un impacto severo, aunque (subraya Cascón) las gestiones para desdramatizar tuvieron éxito en el segmento estudiantil, que con alguna demora cumplió con lo programado, y a partir de julio más de cien mil estudiantes llegaron a Bariloche. Una inyección que resultó decisiva y evitó un quebranto mayor.

Recién caída, la capa de arena volcánica llegó a tener un espesor de hasta 15 centímetros en algunos puntos de la ciudad. La piedra volcánica derivaba por el lago en extrañas islas flotantes y en os días de viento la ceniza fina llenaba el aire y conspiraba contra cualquier “normalización”.

Esa particularidad impuso también el florecimiento de algunos pocos oficios y rubros comerciales que registraron, de golpe, una alta demanda. Por ejemplo, el alquiler de volquetes, los lavaderos de autos y las personas que se ofrecían para limpiar patios y techos.

Cascón recuerda como otro hecho emblemático de ese agitado semestre el viaje en ómnibus que realizó a Buenos Aires como parte de una variopinta delegación integrada por funcionarios del municipio, concejales de distintos bloques, empresarios, sindicalistas y otros referentes locales, con el propósito para reclamar ayuda y mostrar un frente unificado.

No se detiene en las anécdotas de aquella convivencia forzada de 1.600 kilómetros, pero sí recuerda que pidió en la metrópoli un ATN de 6 millones de pesos para atender la emergencia y le mandaron sólo 600.000.

Giménez admite que “lo económico fue muy difícil para todos los comercios, más allá del tamaño”, pero la ayuda en desgravaciones, planes de pago y créditos blandos contribuyó a minimizar el daño. “La reacción de la gente fue buena y el espíritu de comunidad que se logró también”, asegura.

La bicicleta de un niño, quedó cubierta de cenizas volcánicas en el patio de una casa. Archivo Chino Leiva

Con las urnas de por medio


Otra diferencia con los tiempos que corren es que aquella crisis -gigantesca también- cayó por azar en medio de un proceso electoral.

Cascón buscaba su reelección, pero no tenía siquiera el apoyo uniforme de su partido. La alianza oficialista encabezada por la UCR, que también gobernaba la provincia, presentó un par de candidatos alternativos. Esa movida, más las críticas que el gobernador Miguel Saiz cosechó por no viajar a Bariloche durante los largos meses de las cenizas, sellaron la suerte del intendente.

Justificado en la emergencia, Cascón decidió postergar para el domingo 2 de octubre los comicios que por Carta Orgánica debían realizarse el 4 de septiembre. Nada resultó. El intendente en funciones terminó quinto y el ganador fue el kirchnerista Omar Goye.

Hoy Cascón interpreta que el volcán tuvo poco que ver en el resultado. “Una semana antes había sido la elección provincial y el triunfo de Soria nos llevó puestos a todos”, reconoce.

Como saldo general, sostiene que -aun superada por lo que vino después- la crisis del volcán fue vivida como algo catastrófico, que no tenía antecedentes y “que demandaba esfuerzos que nunca antes se habían hecho”. Y dice estar satisfecho con “la capacidad de unirse” demostrada por los barilochenses, que sirvió para “abrir muchas puertas”.


Amparo económico


El impacto económico producido por el volcán fue muy grave y demandó un vasto programa de ayuda nacional. Según estimó meses después el Centro de Estudios Regionales/Nutriente Sur, la ciudad perdió ingresos entre junio y diciembre de 2011 por 1.476 millones de pesos. Al cambio de aquel momento equivalían a 345 millones de dólares.

La ocupación hotelera promedio en el semestre fue de 37%, de modo que la crisis fue importante pero no un descenso “a cero”, como el actual. En julio de 2010, para tomar un parámetro, Bariloche había registrado 437 mil pernoctes en toda su oferta alojativa y en julio de 2011 fueron 196.000. En agosto la diferencia ya fue menor: 398 mil pernoctes en 2010 contra 274 mil en el año del volcán.

Un remolino de cenizas se levanta del suelo en plena estepa. Archivo Chino Leiva

El acompañamiento nacional se tradujo especialmente mediante planes de Recuperación Productiva (Repro), que recibían los trabajadores a razón de 600 pesos mensuales. El monto representaba aproximadamente un tercio del salario mínimo vital y móvil, que en ese entonces estaba fijado en 1.840 pesos y que en septiembre fue ajustado a 2.300 pesos.

Según informó en aquel momento el ministerio de Trabajo, desde el inicio de la crisis los Repro alcanzaron sólo en Bariloche a 11.138 trabajadores, un 26,09% la la fuerza laboral, con 1.089 empresas asistidas. El rubro más subsidiado fue el comercio (mayorista y minorista) con 3.741 trabajadores, seguido por la hotelería con 3.051, los servicios “no turísticos” con 1.861, los servicios “vinculados al turismo” con 1.411 y los establecimientos gastronómicos con 1.074 trabajadores.

Además, 2.386 monotributistas de las categorías B y C recibieron subsidios mensuales de 1.000 pesos. Aun así, los informes de comienzos de 2012 indican que en Bariloche se se perdieron más de 1.300 puestos de empleo por el fracaso de la temporada invernal.


Daño localizado


Cada uno de los actores consultados sobre la experiencia de Bariloche con el volcán y la comparación con los efectos del coronavirus subrayan que en ese entonces bastaba hacer algunos kilómetros para encontrar un contexto de normalidad y dinamismo económico que hoy no aparecen por ninguna parte.

Cascón recuerda que “el impacto se extendió en el tiempo, pero había un afuera al que recurrir, con el que se podía contar”. Y de hecho la ayuda llegó en un volumen que hoy no es tan simple conseguir. El municipio sufrió una caída abrupta de recaudación pero pudo pagar los sueldos en término con ayudas de ATN y adelantos de coparticipación.

“Hoy es distinto -asegura el empresario Mariano Giménez-, el zapato le aprieta a todo el mundo y no se puede esperar solidaridad de quienes están igual o peor”.


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