Vacuna contra la Covid-19: cuerpo y alma para recuperar la vida

Joan Pons Laplana, enfermero catalán que trabaja en un hospital de Inglaterra, es uno de los que se sometió al ensayo de la vacuna de Oxford y cuenta cómo es el proceso que puede salvar al mundo.

“Estamos trabajando para vos, por favor quedate en casa por nosotros”. Joan Pons Laplana sostiene un cartel entre las manos con una leyenda que ha sido casi una plegaria del personal médico del mundo entero ante el coronavirus, ese monstruo invisible, invasivo y letal que ha partido en dos nuestra historia contemporánea.
Joan es un enfermero catalán que trabaja cara a cara con el Covid-19 en el Hospital de Sheffield, Inglaterra, y es uno de los miles de voluntarios que se sometió al ensayo de la vacuna que desarrolla la Universidad de Oxford, lugar donde se centra una de las grandes esperanzas de la humanidad para combatir la enfermedad.


Son muchos los motivos que lo llevaron a Joan a someterse a esta prueba médica, para la que tuvo que dar varios consentimientos. Sin embargo, hay uno que le dio la fortaleza necesaria para correr el riesgo: “El coronavirus se está robando la vida de mis hijos y sentía que con algo debía contribuir”.

Hace 20 años, Pons Laplana deambulaba por su Barcelona natal con su título de enfermero bajo el brazo, pero no conseguía un lugar dónde desarrollar su pasión. Repartía pizzas para sobrevivir y fue entonces cuando decidió partir a Inglaterra “sólo por un par de años para probar”. Lo cierto es que consiguió trabajo, se casó, tiene tres hijos ingleses y se quedó. Su estancia en Sheffield se selló para siempre, aunque el puente hacia Barcelona permanece tendido para él. “Allí tengo a mis padres, mis hermanos y muchos de mis afectos”, dice Joan, quien tiene 45 años.

“Siempre trato de ser positivo, pero el día que vi morir a un hombre de mi misma edad fue muy fuerte”.


Cuando el coronavirus comenzó a hacer estragos en Europa y las urgencias de una vacuna movilizaban al mundo científico en busca de una respuesta al problema, hubo un llamado a voluntarios de la Universidad de Oxford al que Joan acudió, aunque su familia no estuvo muy de acuerdo al principio.

“Se asustaron un poco, principalmente mi mujer quien me preguntó qué era lo peor que podía pasarme y la verdad es que no le quería mentir: le dije que podía morirme. En casos muy excepcionales la vacuna podría provocar eso porque al fin y al cabo es experimental. Pero además le dije que tenía mucha confianza en la Universidad de Oxford porque la Dra. Sarah Gilbert, que lidera el equipo que trabaja por la vacuna, se la había dado a sus tres hijos. Si una madre hace eso, cómo no lo iba a hacer yo, que en definitiva también lo hago por mis hijos”, cuenta Joan, aunque la explicación no le bastó en un primer momento a su esposa. “Estuvo tres días sin hablarme”.

“Me sometí a la prueba por el odio al virus y el amor a la vida. Lo he hecho por mis hijos y porque quiero volver a tener el control sobre mí vida. Como enfermero no quiero que el virus esté con nosotros en el 2021. Mis compañeros y yo, como todo el personal de salud de cualquier lugar del mundo, hemos sufrido muchísimo”

Joan Pons Laplana,


En Inglaterra más de 500 personas ligadas al sistema de salud han perdido la vida, aunque ninguna de ellas en el lugar de trabajo de Joan, quien en 2018 fue distinguido como el “Enfermero del año” por la revista especializada British Nursing Journal.


El pasado 5 de junio Joan fue inyectado con la prueba de la vacuna de Oxford.

Desde ese día, se somete a tres tipos de controles: uno que se hace personalmente controlándose la temperatura, que no puede ser mayor a 37,8°. Además tiene que llevar día a día un diario electrónico, volcando en él cualquier síntoma compatible con Covid-19, como por ejemplo pérdida de gusto u olfato. Por último, cada semana se le hace un hisopado y una vez al mes debe someterse a un examen físico exhaustivo.

También, y como parte esencial del control, le hacen extracciones de sangre para ver si ha producido anticuerpos y células T como respuesta a la vacuna.

“Todos los controles me han dado muy bien y ya desde el que me hicieron el 6 de julio se puede decir que la vacuna es segura. Ninguno de los miles de voluntarios ha tenido efectos secundarios graves , no han necesitado asistencia médica y han dado una respuesta inmunológica muy buena. Ahora restan detalles para confirmar que es realmente eficaz”, cuenta Joan, en la que sería, de manera involuntaria, la primera parte de la charla con RIO NEGRO desde Inglaterra.

La segunda fue este fin de semana, cuando Joan se comunicó con este cronista y confirmó que Oxford le anticipó que en los primeros días de septiembre le sería aplicada otra dosis de la vacuna.

Parte del proceso para comprobar justamente la eficacia, está en el número de aplicaciones. Algunos voluntarios de distintas edades ya han recibido dos dosis y otros sólo una. Lo explica este enfermero fanático del Barcelona y admirador de Lionel Messi.

“Lo que se quiere determinar es quiénes estarían a salvo con una dosis y quiénes necesitarían dos. En el grupo de voluntarios que ya recibió dos, el tiempo entre una y otra aplicación ha sido de 28 días. Ahora yo entraría en el grupo de segunda dosis a los 90 días, para ver si con ello genero más anticuerpos”.

Joan Pons Laplana,


Estos resultados estarían disponibles a principios de octubre para luego sí comenzar con la producción. Eso ya correspondería a la fase IV del ensayo. El número de vacunas a producir es un tema clave ya que si todas las personas necesitan dos dosis para estar a salvo, la fabricación de las mismas obviamente se duplicaría.

“Con el tiempo he aprendido a desconectar del Covid.. Cuando llego a casa me gusta escuchar música y desenchufarme de todo”.


Según las estimaciones, la vacuna estaría disponible para antes de Navidad y las aplicaciones comenzarían primero con los mayores de 65 años, las personas que estén en los grupos de riesgo y también el personal de la salud. En el primer trimestre del 2021 sería para la población sana. Ahora bien, ¿con una o dos dosis?, ¿cada cuanto tiempo entre ambas aplicaciones? Es lo que resta saber en este último mes de experimentación.

A lo largo de la charla, Joan bucea constantemente en las razones que lo llevaron a ser voluntario. Entendió que con la prueba de la vacuna lo que se podía ganar significaba mucho más de lo que se podía perder. En el hospital de Sheffield él ha tenido que dejar su despacho de dirección y ponerse a trabajar en terapia intensiva con cargas de trabajo de 12 horas, además de contener emocionalmente a pacientes, que ante la necesidad de estar aislados, no pueden ver a su familia. “Me ha tocado ser padre, hijo, sobrino de esa gente… Esto nunca ha pasado. Es por eso que tiene que terminar”.

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Todas las etapas de elaboración de la vacuna


La vacuna desarrollada por la Universidad de Oxford, que culminaría su experimentación en octubre, comenzó en abril la etapa clínica, que se divide en las siguientes fases.

La Fase I involucró a un centenar de voluntarios en donde se investiga la dosis y su seguridad.

En la Fase II se amplía el rango de edad de los participantes con el objetivo de determinar si hay variaciones en la respuesta del sistema inmune en función a las diferentes edades de los voluntarios al ensayo. En esta etapa fueron cerca de un millar de personas. Se comienza aquí a valorar la producción de anticuerpos.

En la fase III, donde ya han participado más de 10 mil voluntarios de Gran Bretaña, Brasil y Sudáfrica, se constata la seguridad de la vacuna y se comienza la valorar la efectividad. Además se trabaja para comprobar si se necesitan una o dos dosis de la vacuna, el tiempo de aplicación entre cada una de ellas y el rango de edad.

La Fase IV corresponde a la producción y comercialización con producción masiva bajo estrictos controles de calidad.

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El método de inmunización que utilizó la Universidad de Oxford


El COVID-19 pertenece a la familia de los coronavirus, los cuales tienen este nombre en específico debido a que, al visualizarlos en microscopio, en su superficie se han identificado proyecciones coronas. Estas proyecciones son conocidas como proteínas de espiga o proteínas “S”, las cuales son las responsables de producir que el virus sea capaz de replicarse e infectar a otras células del cuerpo humano transmitiendo su material genético.


La vacuna que desarrolla la Universidad de Oxford está hecha a partir de un adenovirus de chimpancé, virus causante del resfriado común en estos animales, alterado para que produzca la proteína S de la superficie del SARS-CoV-2 y que así genere una respuesta inmune en la persona. La vacuna ha logrado una correcta respuesta inmune que brindará protección al aumentar los niveles de anticuerpos y de células T que atacan al virus.


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