El día que el criancero aprendió a esquiar en el norte neuquino: “Esto no se puede creer”
El sábado, Joaquín Aravena asistió con más de 100 personas a las clases gratuitas de la Escuela de Esquí Alto Neuquén en Manzano Amargo. Al principio miraba la tabla desconfiado, pero después hizo snowboard por primera vez en su vida y se fue feliz como todos.
Fue el sábado en Manzano Amargo, una de las joyas del norte neuquino, con sus 900 habitantes que viven entre las montañas y el río, en esta tierra de crianceros trashumantes que se ganan el pan con sus chivas y ovejas y hacen patria allí donde las fronteras son difusas pero los sentimientos no junto a un puñado de docentes, empleados públicos y gendarmes.
Uno de esos arrieros es Joaquín Aravena, que tiene su puesto de invernada en esta etapa en que se reinicia el ciclo con las preñaciones a 12 km de Manzano Amargo, cerca de la cascada Las Tapaderas, un paraíso oculto que tenés que descubrir. En el verano las crías partirán con el resto del piño para hacerse más fuertes con las pasturas altas y el agua de deshielo, pero aún falta para las pariciones que ponen en vilo a los crianceros, que en esos días están atentos a cada parto y se encargan de darle la mamadera a los chivitos guachos.
El fin de semana Joaquín Aravena vio en el estado de WhatsApp de Mario Calfulen que la Escuela de Esquí Alto Neuquén daría clases gratuitas en ese cortafuego entre los pinos de unos 300 metros de largo para que los alumnos pudieran tirarse por una pendiente parecida a la de El Llano. Sabía que Mario estaría con su hijo Benjamín Alexander y con Brian Muñoz, su amigo y compañero en la aventura de enseñar a esquiar en forma gratuita a su gente, la del norte, aunque también lo aprovechan turistas de otras zonas del país si tienen la suerte de estar en el momento justo en el lugar indicado como pasó en Andacollo en las vacaciones de invierno.
Mario, de 36 años y nacido en Junín de los Andes, aprendió a deslizarse sobre las tablas cuando fue soldado voluntario en la cordillera: el Ejército lo había enviado a aprender a Chapelco para poder cumplir con las misiones en la montaña. Luego fue instructor en el cerro de San Martín de los Andes y hace unos 10 años se radicó en Manzano Amargo, donde se gana la vida como albañil.
Su pasión es la nieve y por eso con su amigo Brian Muñoz, a quien le enseñó a esquiar hace tiempo, montaron tres años atrás la Escuela de Esquí Alto Neuquén, son los profes de chicas y chicos del pueblo y salen con el grupo a explorar las alturas, los callejones y las opciones de ese territorio tan virgen como inexplorado, menos por ellos, que saben por ejemplo lo que es patear y patear para subir y tirarse después en la pendiente empinada del cerro El Frutillar, frente al puesto de don Julio Argentino Vázquez, el criancero al que el puma le mató 60 ovejas una noche del 2017 que nadie por aquí olvidó.
Para poder esquiar, a pulmón, compraron los equipos. A puro esfuerzo, más las rifas, las colectas y las donaciones, lograron armar un stock como para poder salir a la aventura.
El jueves, viernes y sábado pasados decidieron abrir la convocatoria a todos los que quisieran aprender a esquiar, repartidos en grupos de no más de 30 para que alcanzaran las tablas los equipos, sin importar la edad. Resultado: más de 100 habitantes de Manzano Amargo se deslizaron en la nieve sobre tablas por primera vez.
Joaquínn Aravena se acercó con su hija Daira de siete años y optó por la tabla de snowboard. «Aprendió muy rápido», dice el instructor que lo vio bajar enseguida por la pendiente del cortafuego. Al criancero le parecía mentira: eso que él veía por la tele en San Martín de los Andes o Villa La Angostura podía hacerlo a 12 km del puesto frente a la casa de Mario en el barrio Pampa camino a la cascada La Fragua, otra maravilla que tenés que conocer a 150 metros de la increíble ruta 54.
«Joaquín estaba contento, decía que al principio estaba medio desconfiado, que pensaba que la tabla podía ser como un caballo mañoso, me preguntaba si la tabla iba muy rápido, si se iba a caer, pero cuando empezó a tirarse estaba feliz«, cuenta Mario.
La misma felicidad tenían todos los primerizos de entre 35 y 40 años que disfrutaban del debut en el esquí. La misma sonrisa de las chicas y los chicos, que en algunos casos ya habían tomado clases con Mario, Brian y Benjamín. Daira, la hija de Joaquín, esquió por primera vez y el papá la miraba orgulloso.
Orgullo sentían también los tres maestros, aunque la tarde se alargara. «Dele profe, háganos el aguante, sabe lo que es esto para nosotros», le decían a Mario, que estiraba las clases y agradecía a todos los que hicieron posible ese encuentro inolvidable, entre ellos Ricardo Latorre y Yanet Villagra, que pusieron la camioneta a disposición para trasladar los equipos.
Si la nieve y el clima lo permiten, este fin de semana habrá más clases en el cerro El Frutillar, en Pichi Neuquén, último paraje antes de la frontera con Chile. Joaquín Aravena y todos ya avisaron que no quieren perdérselo. Mario ya lo paladea: «Es tan lindo el esquí, es tan lindo que todos puedan aprender», dice y se despide hasta la próxima aventura.
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