¿Y si abrimos el baúl de la nostalgia?

El escritor Jorge Castañeda, oriundo de Valcheta, repasa algunos de los objetos que marcaron la infancia de toda una generación y que, con el tiempo, se cubrieron de un manto de añoranza.

“Cuántas cosas –escribió Jorge Luis Borges- durarán más allá de nuestro olvido y no sabrán nunca que nos hemos ido”. Y tiene razón, porque cuando a veces abrimos el baúl de la nostalgia nos recordamos de aquellas cosas que marcaron nuestra infancia y a las que el tiempo les ha puesto su pátina brumosa de añoranzas.


¿Quién no se acuerda por ejemplo de los juguetes Duravit, tan irrompibles que algunos todavía hoy perduran en algún desván? Supieron acompañar nuestros juegos infantiles compartiendo nuestras preferencias con las pelotas “Pulpo”, las bolitas lecheras, las figuritas, los trompos, las payanas, las hélices voladoras, los barriletes, los autitos de carrera, los carritos de rulemanes, las llantas de bicicleta, las pelotas de trapo. ¡Cuántos recuerdos!

¿Dónde estarán las revistas “La Chacra” que compraba mi padre con esas hermosas propagandas de colores? ¿Y la “Caras y Caretas”, el “Libro de Oro de Patoruzú”, Piantadino, Afanancio y sobre todo ese libro de lectura que se llamaba “Girasoles”? ¿Y las aventuras de Tarzán, del Llanero Solitario, “Fantasía”, “El Toni”, “Intervalo” y tantas otras? ¿Dónde andarán Nippur de Lagash, los cuentos de almejas, gente de blanco, Jakaroe y tantos otros héroes de papel?

¿Y ese vasito reducible que llevábamos a la escuela junto con las galletitas “Manón” y los caramelos Tofy? ¿Dónde se habrá perdido el silbato del heladero y la flauta del afilador? ¿Los sifones acanalados vidriados de color azul o verde y el vino clarete que tomaba mi padre? ¿Dónde estarán los frascos de Glostora, los potes de gomina, los ruleros de mi madre, las ventosas, las sales de fruta, la leche de magnesia, los panes de leche, las latas de galletitas, los chupetines “Chupe-Tucho” con sorpresas, los disfraces de carnaval y aquella pistola de marciano que me regalaron para Reyes?

¿Quién ahora juega al hoyo pelota, al Antón Pirulero, al rango? ¿A qué guerra se fue Mambrú y dónde se tropezó la farolera? ¿Dónde andará la sillita de paja preferida de mi padre, los frascos de colonia Atkinson Y María Stuar?


¿Y los libros de Salgari y de Julio Verne? ¿En qué recodo del tiempo estarán los calentadores Primus, la yerba Salus, los Bran Metal, los faroles Sol de Noche, las estufas a velas de kerosene, las tablas de lavar, el “Azul” para la ropa, las cajas de almidón, el “Glostora Tango Club”, los Pérez García, los bombones helados y las cajitas de maní con chocolate que vendían en los cines, los mateos de tracción a sangre, los ratones “Joseso”, los mecanos, los almanaques de Alpargatas, las zapatilla “Boyero”, las lapiceras “Tintekuli”, los lápices Conte de colores? ¿Habrá un cielo también para las cosas?

¿Y las alpargatas “Rueda” de yute, el azúcar en terrones, la “yapa” de los almaceneros, las peluquerías de antes, la ropa de marinero, el palo de amasar, los carros con inscripciones, los “káiser Carabela”, los tarros de los lecheros, los tiradores, los pantalones cortos, el anís “Flor de Siria”, las botellas de caña Ombú, las latas de bacalao, el dulce de membrillo en valijitas de metal, las peinetas, los invisibles, las maletas de cartón, las pianolas, los megáfonos, las motos puma, la Siambreta y las estancieras?

¿Dónde se habrán quedado los plumeros, las escobas de paja, las radios capilla, los combinados, los discos de pasta, las galochas, los frascos de tinta, los plumines, los papeles de estraza, la manteca suelta, las balanzas romanas, las pesas de bronce, las viejas aldabas, los aparadores de vidrios biselados, las camas de bronce, los pilotines, las hojitas de afeitar con sus rastrillos y tantas otras cosas?

El tiempo que es impiadoso todo se lleva. Hoy son piezas de museo y tal vez como dijo Borges las cosas “perdurarán más allá de nuestro olvido”.


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