Aventura: las dos amigas que recorrieron los 357 km del Nahuel Huapi en kayak

Cheri Harris y Lark Gardner siempre soñaron con recorrer ese hermoso espejo de agua en kayaks de travesía.   Y ahora, en plena pandemia, estas dos amigas que llevan diez años viviendo en Bariloche concretaron el hermoso y difícil desafío.

Dos norteamericanas navegaron los 357 kilómetros del perímetro del lago Nahuel Huapi en kayaks de travesía, durante dos semanas.
Cheri Harris y Lark Gardner residen en Bariloche desde hace 10 años. Pero recién ahora, en medio de esta pandemia que nos obliga a cambiar planes y a tomar tantos cuidados, pudieron concretarlo. Dejaron de postergarlo, y decidieron ponerle fecha a este sueño que llevaban ideando desde hace mucho tiempo.


El pasado 14 de enero, luego de un minucioso estudio del pronóstico, decidieron poner en marcha su desafío.
Partieron desde Bahía Serena, a la altura del kilómetro 12 de la avenida Bustillo de Bariloche, punto al que regresaron el último miércoles.
“Es una manera simple de viajar. Se ven cosas que no ves desde la tierra aunque es cierto que por momentos, fue medio peligroso”, resumió Harris, de 45 años.
“Es sencillo. Uno solo tiene que pensar dónde va a pasar la noche y qué va a comer. Pero también uno se rinde a lo que diga el clima. Hay que tener mucho respeto”, agregó.


Su compañera de viaje explicó un poco más en qué consiste, más allá del paisaje y el ejercicio. “Son 14 días sin una ducha, sin señal de teléfono ni las comodidades de la casa”.
Admitieron también que no entrenaron lo suficiente para concretar el viaje ya que mientras planeaban la travesía, se dieron cuenta de que una de ellas no podría en febrero y la otra, tampoco en marzo. “Dijimos: es ahora o nunca”, señalaron.

Un largo camino


En 2010, Harris abandonó Oregon, en su natal Estados Unidos. Pero no se vino sola. Harris se instaló en Bariloche con su familia. Buscaban naturaleza para escalar, remar y practicar trekking.
“Queríamos criar a nuestros hijos en un ambiente sano y lindo”, reconoció esta profesora de inglés, encantada con la zona que es ahora su lugar en el mundo.


Lark, en cambio, se enamoró de un argentino –aunque reconoció que más aún de la Patagonia– y dejó Kentucky para instalarse en Bariloche donde trabaja como masajista.
Las dos amigas hablan perfecto español aunque de tanto en tanto, se les filtra algún término en inglés. Y de hecho, es imposible no detectar su acento extranjero.
“En cada parada, a la gente le llamaba la atención y nos preguntaban de dónde éramos. De Bariloche, les decíamos. Es que, la verdad, ya llevamos 10 años viviendo acá. Pero llamábamos la atención”, reconoció Gardner, con una sonrisa.
Cada día de la travesía, las mujeres remaban entre 5 y 7 horas, lo que ellas estiman que representan entre 20 y 30 kilómetros.
Sólo en una de las jornadas, el viento les impidió remar más de dos horas. Pero advierten que no hubo un solo día en el que no remaran.

Un trayecto inolvidable


La primera parada fue Dina Huapi, desde donde se dirigieron a la costa norte del lago.
Primero, tocó el Brazo Huemul, siguió Villa La Angostura, el brazo Última Esperanza, Brazo Rincón y Brazo Machete.
Luego, bajaron hasta la isla Centinela y continuaron hasta Brazo Blest.
Del cerro Capilla siguieron hasta el Brazo Tristeza, Bahía López, Villa Tacul, Puerto Pañuelo, Península San Pedro y el circuito terminó en Bahía Serena.


“Desde el Brazo Huemul hasta La Angostura se podía ver la arena en el fondo del lago. El agua es bien turquesa. En la parte sur, lo más impactante son las montañas aunque el viento no ayuda”, precisó Harris.
Las dos coincidieron en que el momento más riesgoso de la travesía fue en Puerto Blest con fuertes ráfagas de viento y olas enormes. “Aún así, no nos tumbamos”, comentaron.


Gardner detalló que ese día, decidieron comenzar a remar a las 6, aún de noche, justamente porque no había viento.
“Llegamos en 6 horas, decidimos descansar, y caminar hasta el Lago Frías, pero se levantó un viento fuerte. Se nos ocurrió sacar una tela de la carpa y atarla a los remos como vela. Así que salimos de Blest con vela. Fue increíble pero también el día más largo”, señaló.


Si bien tuvieron señal de celular la mayor parte del viaje, solían consultar a los tripulantes de las lanchas cercanas qué indicaba el pronóstico para planificar el recorrido.
Harris advirtió que, en muchas oportunidades, sus manos se congelaron.
“Un día que remamos 9 horas, nos resultaba muy difícil agarrar las cosas. Ni abrir el cierre del chaleco o prender un fósforo para hace fuego”, contó.

Detalló que llevaron muy poca ropa para altas y bajas temperaturas y bastantes provisiones. En los 14 días, comieron muchas verduras y frutas, avena, fideos, quinoa, frijoles, arroz, salame, queso y tomaron “mucho mate”.
Las mujeres confiaron que además de remar y caminar por los sectores donde pernoctaban, pasaron horas jugando al ajedrez y leyendo.
“Fue una experiencia inolvidable pero tiene sus cosas. Me gustó ese equilibrio entre el deseo de viajar y remar pero sabiendo que hay límites. Disfrutar pero siendo prudente”, concluyó Harris.


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