Cuando la marea te está por llevar el auto en El Cóndor… te salva Daniel

Daniel Teramo sumó a su taller mécanico los salvatajes de vehículos varados en la arena y acechados por el agua, muchos con un globo y un inflable diseñado a medida conectados por una manguera al caño de escape. Lleva 115 en tres años. Las mejores anécdotas y cuánto cobra por estos rescates.

Los imponderables en la playa no se toman vacaciones. Y, si alguien se queda encajado a 30 km de Viedma en la costa del balneario El Cóndor o su vehículo sufre un desperfecto, ahí está Daniel Teramo.

«Una 4×4 de 1.000 km. Se quedó. Fue en invierno, pasó por El Pescadero y se quedó encajada. Traccionaba una sola rueda, no había forma de sacarla y me rompió el inflable. Estuve 5 hs laburando. Al final, cuando bajó la marea la despegamos y salió. El precio fue 5.000 pesos», relata Daniel.

En tres años lleva salvados más de 115 vehículos pertenecientes a conductores desprevenidos sobre que se les viene el agua de la marea y no pueden zafar de la varadura.

«Esto fue en diciembre. Un domingo a las 6 de la mañana. Se nos cortaron las lingas, se me pinchó el inflabe. Rompí todo. El jeep no tenía chasis y el caño de escape recortado me prendió fuego la maguera del inflable. La saqué a la vieja usanza, con un tubbing y haciendo palanca con las rampas hasta que despegó. Fue una lucha de dos horas. Estaba muy encajado. Le cobré 3.000 pesos», señala Daniel.

Inicialmente, probó con un crique. Al constatar que no funcionaba empleó una linga. Sin embargo, al prosperar el negocio decidió utilizar un globo y un “lápiz”. Ambos elementos se inflan con los gases del caño de escape del vehículo encajado.

Daniel Teramo, mecanico en el balneario El Cóndor. Foto: Marcelo Ochoa.

El globo le propinó un mal debut. Fue contratado por unos españoles cuya combi estuvo a punto de perderse bajo las aguas de la desembocadura del río Negro, a escasos kilómetros del pequeño casco urbano.

Los españoles en la desembocadura. La única en 120 casos que no pudo sacar. «Estaba tirando para un lado y vinieron otros y empezaron a tirar para el otro. Me calenté y me fui», recuerda Daniel.

Ese día el globo se pinchó al apoyarse en un elástico. Volvió a la linga maniobrando con su camioneta hacia atrás por el paragolpes trasero, y en el interín apareció –con mal talante– otro conductor que enganchó a la combi con una maniobra contraria.

Las discusiones iban y venían. Teramo decidió retirarse en medio del llanto del turista peninsular aunque después se supo que alguien acudió en ayuda.

«Se quedó la pala mecánica. Con la linga de acero no había caso. Me fueron a buscar. ‘¿La podrás sacar?’ me dijeron. ‘¿Está en marcha?’, pregunté. ‘No’, me respondieron. ‘¿Y entonces cómo querés que la saque?’, les dije. Cayó la topadora. «Chocala», le pedí. ‘¿Cómo?, me respondieron. ‘Si querés sacarla chocala’. Me hicieron caso. Así la movieron un poquito. Y ahí salió. Estaba la pala abajo, era imposible arrastrarla. Acá hice de DT. No les cobré nada, claro», recuerda Daniel.

Daniel vio orfandades en El Cóndor. Vende combustible como para los automovilistas puedan llegar a Viedma donde funcionan los despachos habituales, repara cuatriciclos, y como goza de olfato, mientras le da forma a su taller también asume responsabilidades de cerrajero, herrero y realiza mantenimientos de viviendas como para pasar el invierno.

«Atrás está mi camioneta. Mirá cómo cambia el terreno después de una sudestada, por eso me saqué la foto enterrado. Muchos dicen ‘cómo se meten no saben lo que hacen. Y a veces tienen razón. Pero en otras la arena cambia en cuestión de horas, cambia el terreno y la marea vuelve frágil lo que antes era firme. ¿Si yo me quedo? Mirá, cuando pierdo tracción freno y no sigo. Porque si llegó tiene que volver. El tema es cuando le siguen dando», afirma Daniel.

Fue policía federal, es técnico superior en Criminalística, pero prefiere dedicarse a la mecánica en la villa marítima, y como tal conoce varias historias y experiencias que adquiere con cada caso de urgencia. Es convocado –y asiste– a cualquier hora del día e incluso de madrugada.

«Este fue la semana pasada, acá nomás, en la bajada del Faro. Ya no quedaba tiempo, estaba subiendo la marea, re nerviosos los chicos, pero ya sé, cuando están muy complicados o no. Ese lo inflé y lo saque al toque. Le cobre solo 1.000 pesos, el mínimo», relata Daniel.

Las capacitaciones previas le dieron el plus como para enfrentar situaciones siempre difíciles y diferentes, y ante una situación perturbadora tiene predisposición para calmar al intranquilo conductor que teme perder el vehículo por la acción de las olas. “La gente se pone loca, y le explico que cuando perdiste la tracción, ya está… levantá el pie del acelerador y comenzá a sacar la arena de la rueda enterrada”, asevera.

«Esta foto es el día de la misma sudestada. Cambió todo el panorama. El hombre la dejó bien y cuando volvió estaba encajada así después de una marea extraordianria. Le cobré 2.000 pesos», recuerda.

A medida de que fueron transcurriendo los rescates decidió reemplazar el globo por el lápiz. Tomó esa opción al ver que el globo acostaba los vehículos y no los mantenía equilibrado. El lápiz fue construido en forma casera en base a la borda de un gomón que termina en punta, y facilita que un rodado se mantenga sobre su eje ya que cubre por debajo de las puertas del conductor y la contraria.

En una oportunidad fue requerido por el dueño de una antigua cuatro por cuatro que terminó en el río dentro del agua al bajar una lancha. La camioneta quedó bañada por la sal del estuario. Recuerda: “Le dije al propietario, tranquilízate… andate a pescar y después nos vemos. La saqué del agua, retiré la batería para que no se produjeran cortocircuitos, le cambié el aceite y el gasoil, y el mismo día estaba en marcha”.

«Este hombre pasa todas las semanas por el mismo lugar, muy aficionado a la pesca, pero la marea extraordinaria junto con la sudestada le jugó una mala pasada. Domingo, 8 de la mañana, qué se le va a hacer. Le cobré 2000. Lo levanté y salió solo», recuerda Daniel.

Luego tuvo que actuar para que una camioneta de la policía provincial pudiera recuperarse, tras quedarse encajada en la zona de acantilados a unos 15 km de El Condor, en El Espigón. «La sacamos a las 2 de la madrugada. La trajimos a remolque, no tenía luces. Iba con la cabeza afuera tratando de ver«, comenta.

Uno de los últimos rescates. «Dejó la camioneta en la rompiente. Y pasó esto. Se sumó mucha gente a ayudar y la sacamos. Le cobré 2.000 pesos, pero le tendría que haber cobrado 5.000, porque ya se la había llevado el agua. Pero yo no llegaba a buscarla, engancharla y tirar. Ahí ayudó la gente. Pero eso a veces te complica porque te dicen ‘no fuiste vos, fue la gente’. Como el otro que se la saqué y se sube, la maneja y me dice ‘no me pensarás cobrar, ¿no? Si la saqué yo… era un abogado…», recuerda Daniel.

Su trabajo de rescatista es motivo de orgullo, pero “yo no vivo solamente de esto, me sirve para hacerme conocer, y así emplear el mayor tiempo en la mecánica”, concluye.

«Esta se encajó en la bajada de Playa Grande. Era de un maestro. Fue el año pasado, le cobré 700 pesos.», dice Daniel.

Si la pregunta del millón es cuánto cobra, esta es la respuesta: «Bastante garrón es que te quedes en la arena y la situación de nervios y tensión como para que venga yo y te quiera cobrar cualquier cosa. Es simple: si es un auto chico, se queda a unas cuadras del taller y es sencillo sacarlo, el precio va a ser de unos mil pesos. Si me tengo que levantar a la madrugada y hacer unos cuántos kilómetros por el Camino de la Costa para rescatar una camioneta y me meto horas en el agua como me pasó, lo que más he cobrado hasta ahora son cinco mil pesos. Depende de cada caso», señala.

«Otra con el lápiz. Sacó el gomón y se quedó. Con esta estrené el lápiz magico. Se fue inflando y salió sola. Acá cobré 2000 pesos», señala Daniel.

Y agrega: «Yo vi una oportunidad para trabajar: pongo mis vehículos, invierto en los inflables, compré uno por 8.000 pesos, hice uno a medida por 12.000 pesos, los reparo cuando se rompen. Está linda la Luna, pero no se metan a la playa con el auto, y menos si no conocen bien el camino. De noche es muchísimo más complicado. Y si lo hacen y se encajan me puede llamar. No los voy a matar con el precio. Pero no olviden que es mejor si el auto lo dejamos en la calle y en la arena solo metemos la reposera».

El 3 de enero del 2020, Daniel Teramo publicó este posteo en Facebook. Esto decía en uno de los tramos.
“Recuerden, nadie, pero nadie, los manda a meterse en la playa. No tienen obligación de hacerlo. como tampoco tienen la obligación los servicios de emergencia y/o de seguridad para rescatarlos. Tengan en cuenta que si no hay riesgo de vida ni la policía ni los bomberos están obligados a ayudarlos. Es más, estarían incurriendo en una falta, pasible de sanción, ya que si rompen un vehículo, por ayudar a alguien que se le antojó pasear por el médano o la rompiente, con un auto, Todos los vecinos del balneario nos quedamos sin ese móvil por culpa de uno”.

Contacto en Facebook Daniel Teramo


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