Deuda: uno de los pocos debates que deja la campaña

El tema se coló en la agenda de una campaña chata. Los datos revelan el peso intertemporal que representa para la economía, y deja en claro el perfil político de cada espacio.

Pocas veces visto. El grado de chatura y la pobreza conceptual en el que transcurre la campaña electoral en 2021, tiene pocos antecedentes recientes. El lenguaje y los códigos de las redes sociales han logrado permear como nunca antes las estrategias de los diferentes espacios políticos, al punto de banalizar el intercambio natural de ideas que sucede en medio de una contienda electoral, mucho más tratándose de una elección legislativa.

En efecto y lejos de mostrar sus potenciales proyectos de ley al acceder a una banca en el Congreso de la Nación, los candidatos prefieren comentar la foto de Olivos, visitar el canal de un humorista chabacan en youtube, o usan un mensaje en su remera para intentar con un acting, ganar lo que no logran con argumentos en un debate mano a mano televisivo, y de paso, obtener buen material para los posteos en twitter o instagram.

Con tales reglas del juego, vale rescatar alguno de los pocos debates en torno a los problemas reales del país que ha dejado la campaña, especialmente si se relacionan con la economía. Uno de ellos refiere a la deuda pública, a su composición, y al ritmo en que la misma evoluciona.

“Alberto Fernández acumula un endeudamiento de u$$ 30 mil millones. Se está endeudando más rápido por año que Macri”

María Eugenia Vidal – Candidata a Diputada (Juntos por el Cambio)


El disparador fue una frase que la ex gobernadora María Eugenia Vidal repitió en sucesivas apariciones televisivas hace dos semanas. “Alberto Fernández lleva en este año y medio, un endeudamiento de u$$ 30 mil millones. Se está endeudando más rápido por año que Macri”, afirmó.

La respuesta no tardó en llegar, y el encargado de rebatir fue el propio Ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán. “El endeudamiento de nuestro gobierno en dólares es cero, nosotros no nos endeudamos en dólares”, retrucó el conductor de la política económica.


Desde hace décadas la deuda externa es una espada de Damocles para la economía argentina, condicionando el crecimiento y poniendo límites a la gestión de la política económica. Analizar su evolución en el tiempo es esencial para poner en blanco sobre negro la capacidad de desarrollo futura, para identificar el rol que cada actor jugó en la conformación de la ecuación financiera del Estado, y el perfil de política económica que opera como trasfondo en cada espacio.


Lo primero que debiera indagarse al hablar de deuda es el “para qué”. Los fines con los cuales se busca financiamiento no son inocuos en el resultado que genera el endeudamiento. Un principio rector de la sustentabilidad de financiera, es evitar el endeudamiento para solventar el gasto corriente. Con los matices de cada etapa, precisamente eso es lo que cada uno de los gobiernos desde el regreso de la democracia omitió: cubrir el rojo de las cuentas fiscales con endeudamiento, ya sea emitiendo moneda (deuda en pesos, o yendo a los mercados internacionales de crédito (deuda en dólares).

Asumiendo que ninguno de los gobiernos durante los últimos 40 años resolvió la raíz del problema (el déficit fiscal), y que en base a sus agendas cada uno de ellos buscó “gestionar” el déficit a partir de las prioridades de gestión, cabe decir que hay una diferencia notable entre tomar deuda en moneda local, y hacerlo en moneda extranjera.

Precisamente allí radica el centro del debate en relación a la afirmación de Vidal. Los datos son elocuentes al respecto.

El primer gráfico que acompaña la nota, muestra en base a datos oficiales del Ministerio de Economía de la Nación, la evolución de la deuda durante los últimos 17 años, tanto en monto (u$s) como en porcentaje del PBI.


La relación entre deuda y producto es aceptada en el mundo como el mejor indicador para medir la sostenibilidad financiera de un país. En pocas palabras, muestra que porcentaje de la producción anual de un país se requiere si hubiese que cancelar la deuda de una sola vez. Ese ratio se ubicaba en el 118% en el año 2004. Tras los canjes de deuda implementados en 2005 y 2010, la relación Deuda/PBI cayó hasta el 38,9% en 2011. Hacia 2015 cuando el kirchnerismo dejó el poder, esa relación se ubicaba en 52,6%. En 2019, cuando el macrismo se retiró de la Casa Rosada, la relación era del 88,5%. En 2020, pandemia de por medio, la relación se elevó hasta el 102,8%, y en 2021 retrocedió hasta el 101,5%. Naturalmente, en la relación Deuda/PBI, influye tanto la evolución de la deuda, como la del producto. Luego de tres años de recesión, el numerador del ratio crece, mientras que el denominador retrocede.

Espada de Damocles. Desde hace décadas, la deuda es el principal escollo para el crecimiento.


Lo cierto es que pese al encomiable esfuerzo de Vidal por equiparar la gestión actual de la deuda con la del gobierno de Mauricio Macri, los datos muestran que de punta a punta en cada mandato, el kirchnerismo en 12 años redujo el peso de la deuda del 118% al 52,6%, y el macrismo lo elevó desde el 52,6% al 88,5% en apenas 4. Solo ese dato debiera cancelar cualquier intento de redimir el desbarajuste financiero generado por el macrismo.


No obstante, si se analiza la composición de la deuda, el panorama resulta todavía más claro. Es evidente, pese a que el dato se omita al hablar genéricamente de cifras nominadas en dólares para referir al total de la deuda pública, que no es lo mismo financiar el rojo fiscal intra sector público, que solicitar crédito fuera de las fronteras del país. Tal como recomendaban los abuelos “siempre es mejor negociar con la propia sangre, que pedirle plata a un extraño (especialmente si el extraño maneja códigos de usura)”.

La deuda que el Estado compromete puertas adentro del propio Estado, nominada en la misma moneda que el mismo Estado emite, es de refinanciación (casi) automática. Muy diferente es si los plazos y tasas hay que negociarlos con acreedores externos que lejos de velar por los intereses del país, toman decisiones en base a su propia rentabilidad, en base a reglas de mercado, y con tasas y plazos determinados en base a la volatilidad de los mercados internacionales. Más aún, si del otro lado en la mesa de negociación están sentados los organismos multilaterales, siempre interesados en refinanciar, pero a cambio de una extenso (y por demás conocido) decálogo de políticas de corte ortodoxo.


Un segundo gráfico, no solo revela la dinámica de la deuda, sino que también deja en claro el peso de cada fuente de financiamiento. De allí surge que hacia 2015, del total de la deuda pública, un 30% estaba comprometida con agencias del propio sector público, un 12,2% con acreedores privados, y solo un 6% con organismos multilaterales de crédito. Llegado el 2019, la deuda intra sector público había crecido hasta el 35%, pero los compromisos con bonistas privados significaban el 32,5% de la deuda pública (el peso relativo se triplicó en 4 años), y las acreencias con los organismos multilaterales representaban el 20% (el peso relativo se cuadruplicó en 4 años).

La afirmación de Vidal no tiene asidero alguno, no solo por los montos y la nominación de la deuda, sino por el perfil financiero adoptado en cada gestión.

Hasta 2015 el rojo fiscal se financió con deuda, pero mayoritariamente deuda intra sector público y en pesos.
Apostando a un shock de confianza que jamás se verificó y bajo la premisa de que “la emisión monetaria (de pesos) generaba inflación”, entre 2015 y 2019 se optó por financiar el rojo fiscal tomando deuda en dólares en el mercado internacional de deuda soberana, y abriéndole la puerta nuevamente al FMI. Hacia el final del periodo, la inflación que se pretendía erradicar con la estrategia financiera, era la más alta en 28 años, el rojo fiscal era similar, la economía había entrado en la recesión más profunda desde 2001, y a ellos había que sumar el peso de los vencimientos de la deuda en dólares.

Otro motivo que diferencia la gestión actual de la anterior. Mientras que una dedicó sus cuatro años en el poder a tomar deuda, en apenas un año y medio, la otra logró extender plazos y reducir tasa con los privados, con un nivel de aceptación de 99%, y está a las puertas de cerrar un acuerdo de refinanciación con el FMI.

Aun así, y siendo rigurosos, el dato que cita Vidal surge de la propia página web del Ministerio de Economía de la Nación. Allí se registra que entre diciembre de 2019 y el primer trimestre de 2021, la deuda pública creció por el equivalente a u$s 30.000 millones.

Sucede que se trata de un dato confuso, o al menos incompleto. Dos renglones más abajo, el mismo informe aclara como se compone dicho incremento (en pesos o en dólares). Se aprecia con claridad, que la estrategia financiera aplicada por Guzmán, es procurar el roll over de la deuda en pesos, renovando los vencimientos en moneda local, y cancelando progresivamente los vencimientos en dólares.

El último gráfico echa todavía un poco más de luz sobre el punto. A fines de 2019, el 77,8% de la deuda pública estaba nominada en dólares. Esa proporción se redujo al 76,5% en 2020, y al 76% en lo que va de 2021.


“Me criticaron mucho por lo que dije respecto a la deuda asumida por el actual gobierno”, indicó Vidal esta semana. “Señalan que no es lo mismo deuda en pesos que deuda en dólares, pero al final del día, las deudas hay que pagarlas”, agregó, redoblando la apuesta en defensa de la gestión Macri.

Omite Vidal que Argentina no emite dólares. Haber hipotecado la economía en dólares y a corto plazo, explica gran parte de los problemas que atraviesa hoy la economía. No obstante, la gestión de Cambiemos posee otro triste mérito (uno inédito en la historia del país): el de haber dejado el poder defaulteando también la deuda en pesos, con el reperfilamiento anunciado por Lacunza en septiembre de 2019.

Se ha equivocado mucho Alberto Fernández. Ha agotado su crédito político en poco tiempo a fuerza de torpezas y desvaríos propios. Ha traicionado el contrato electoral, y ha devaluado la palabra presidencial haciendo aquello que él mismo prohibió a la población.

Dicho eso, no parece ser la deuda el capítulo en que el macrismo pueda señalar la paja en el ojo del gobierno.

Dato

u$s 335.000
Los millones que componen la deuda pública argentina total, al primer trimestre del presente año 2021.

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