El agua para que el Alto Valle pase el verano ya está en los embalses

Cerros Colorados, que es la única obra que regula los caudales del río Neuquén, tiene los recursos para llegar al otoño, dicen en la Autoridad de Cuencas.

Aunque las nevadas que cayeron estos días en la cordillera, incluido el norte de la provincia de Neuquén, dan esperanzas de un cambio, se mantiene el escenario de sequía que vive la más importante de las cuencas hídricas que nacen y mueren en territorio argentino. Gracias a las obras que se realizaron sobre sus ríos en el siglo 20, desde el ingeniero César Cipolletti hasta Hidronor, se puede llegar al verano con recursos administrados. El agua está en los embalses y los especialistas tienen un plan para exprimirlos.

Con el río Limay es más sencillo aunque no menos grave. Tiene cinco presas, dos de ellas de gran capacidad de embalse (El Chocón y Piedra del Águila), a lo largo de cientos de kilómetros (desde Alicurá hasta Arroyito). Esto permite combinar maniobras que en el otro río de la cuenca, el Neuquén, están más acotadas.

Cerros Colorados es el complejo que regula el agua con el que el río Neuquén llega a la Confluencia y es a la vez una respuesta de la ingeniería al desafío de domar un cauce cuya bravura ya estaba demostrada; basta recordar que una crecida de finales del siglo 19 hizo subir tanto el caudal del río Negro que la ciudad de Roca quedó bajo el agua.

Hasta 1972, cuando El Chocón comenzó a regir los caudales del río Limay, la naturaleza era la que manejaba los niveles de las aguas. Las ciudades que viven en la cuenca dependen del río para irrigar, para uso doméstico e industrial, para diluir el impacto de la contaminación por residuos cloacales y para recreación o deporte.

Hidronor diseñó originalmente El Chocón y Cerros Colorados como parte de un programa integral, pero en el Limay continuó plantando presas sobre el río y en el Neuquén obras como los dos Chihuido (que era originalmente de otra empresa estatal, Agua y Energía) quedaron postergadas.

Por eso, Cerros Colorados es la única barrera para contener crecidas, como la de julio de 2006, cuando los exiguos 118 metros cúbicos por segundo con los que el río llega ahora a Portezuelo Grande alcanzaron los históricos 10.347.

Ahora se transformó en la reserva del Alto Valle porque desde el dique Ballester se extraen las decenas de miles de litros que por segundo alimentan el canal principal de riego, que le da vida al oasis del norte de la Patagonia. Ese acueducto precisa un caudal de 70 metros cúbicos por segundo cuando esté en pleno funcionamiento (las compuertas se abrieron esta semana). Si existiera Chihuido, habría dos embalses para usar de reserva.

Planicie Banderita genera electrcidad y regula el nivel del lago Mari Menuco (Foto: Flor Salto)

Cuando las presas se privatizaron, en la década del 90, se crearon entes reguladores con normas específicas para controlar el uso del agua y la integridad de las presas.

Pero nunca pudieron más que hacer cumplir ciertos parámetros a los que los concesionarios, que son cinco (Alicurá, Piedra del Águila, Pichi Picún Leufú, El Chocón y Cerros Colorados), debían atenerse.

La secretaría de Energía de la Nación, que es la que otorgó las concesiones, se ha manejado con un criterio más económico que ecológico durante estos años.

El cambio, dicen en la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas, está en que el secretario de Energía es hoy un neuquino, Darío Martínez. Y que entendió la defensa que se hace del agua guardada en los embalses.

“Hay suficiente recurso para llegar, aun en el escenario más pesimista, con agua hasta abril”, que es cuando comienza un nuevo año hidrológico, le dijo a Río Negro Julio Porrino, secretario de Fiscalización de Cuencas.


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