La contaminación, un problema que vuelve a asomar con la reactivación

En las primeras semanas del aislamiento se notó una mejoría en el medioambiente, pero la reapertura en varios países mostró la peor cara de la población: barbijos y guantes contaminan los ríos.

Desde que comenzó el aislamiento, uno de los primeros discursos “positivos” que se instaló fue el de los beneficios que el medio ambiente recibiría por la reducción de tránsito, producción y circulación de personas, entre otros motivos.


Es así que la naturaleza nos fue brindando ejemplos varios de lo rápida que puede ser su recuperación cuando la mano humana no interviene para destruir todo a su paso. Ríos más limpios, animales regresando a sus hábitats originales y mayor pureza en el aire fueron apenas algunos de los cambios que se notaron en estos meses, principalmente antes de que algunas ciudades liberaran nuevamente la circulación de los habitantes.

Uno de los tantos ejemplos fue la Costa Amalfitana, que desde el cese de turismo ha cambiado radicalmente.

“El mar volvió a ser como hace 40 años. En términos de tranquilidad, el impacto ha sido innegable. Antes había tantos barcos que adelantar, parecía una autopista”, relató Gaetano Esposito, de 58 años, a AFP.

Andrea Coppola, organizador de excursiones en barco en esa zona, aseguró que “nuestro mar siempre ha sido límpido, cristalino, pero ahora con la escasa presencia de barcos y el cese de actividades por un tiempo, es espectacular. Y vemos muchos más peces que antes”.

La Costa Amalfitana fue una de las principales beneficiadas por la interrupción de la actividad pesquera, pero su recuperación peligra nuevamente.


Sin embargo, todas estas buenas noticias de las primeras semanas se fueron atenuando a medida que los países empezaron a liberar la circulación de la gente y reactivaron progresivamente su ritmo habitual.

Ahora, en los últimos días, se activó una alarma al respecto. “Los científicos de los laboratorios asociados” de Tara han “encontrado sistemáticamente guantes y mascarillas” en las orillas y las playas de siete ríos europeos, durante la toma de muestras realizadas en junio, declaró a la radio France Inter Romy Hentinger, responsable del activismo y de la cooperación internacional de la Fundación.

“Es preocupante” ya que “se puede deducir que otros ya han llegado al mar”, agrega la portavoz, que subraya que las mascarillas de un solo uso, en polipropileno y “muy finas” se “van a fragmentar rápidamente”.


Los ríos estudiados forman parte de nueve grandes ríos europeos explorados en 2019 por la goleta científica en el marco de una misión sobre los microplásticos. Se trata del Támesis, Elba, Rin, Sena, Ebro, Ródano, Tíber, Garona y Loira.

“Esperamos los resultados finales de estos científicos”, agregó Romy Hentinger.

La expedición de mayo a noviembre de 2019 sacó a la luz la presencia de microplásticos en el 100% de las muestras de agua, lo que demuestra que estos están ya presentes en los ríos y “no se degradan en el mar, bajo la influencia de los rayos UV y la sal” como se pensaba, explicó Martin Hertau, capitán de este laboratorio flotante.

Claro, la situación no solo causa un fuerte impacto ambiental: según un grupo de profesionales de la Universidad de Birmingham (conformado por Matthew Cole, Eric Strobl y Ceren Ozgen), hay una fuerte relación entre la contaminación del aire y la propagación y mortalidad causada por el Covid-19.

Cientos de mascarillas y guantes fueron hallados en los principales ríos europeos.


“Utilizando datos detallados, encontramos pruebas convincentes de una relación positiva entre la contaminación del aire y concentraciones concretas [de partículas pequeñas] y casos de COVID-19, ingresos hospitalarios y fallecimientos. Esta relación persiste incluso después de controlar un rango amplio de factores explicativos”, explicó el equipo en una de las investigaciones publicadas.

Algo similar había ocurrido semanas antes con un estudio de la Universidad de Harvard, en este caso testeado en suelo norteamericano, donde se había notado un incremento de la mortalidad en zonas donde la contaminación había aumentado.

Hay mil motivos para tomar conciencia de esta problemática. Aún con todo el dolor causado por el coronavirus, la naturaleza nos mostró que si bajamos los niveles de contaminación, su capacidad de recuperación es asombrosa. Que las cosas vuelvan a la normalidad no tiene que significar que volvamos a contaminar.

Es peligroso para nosotros, puede propagar el virus y es peligroso para el planeta. No hay ganancia alguna: aprovechemos esta oportunidad.


Un nuevo enemigo para los océanos



Los microplásticos desprendidos del transporte carretero podrían contaminar los océanos tanto como los procedentes de los ríos, según estudios publicados el martes. El trabajo de Nature Communications intenta, por primera vez, estimar la cantidad de plástico procedente del tráfico por carretera (fricción de los neumáticos y uso de los frenos) que se dispersa en el aire y decanta en otro lugar gracias a las corrientes atmosféricas.

Los investigadores evaluaron la cantidad de estas partículas derivadas de la industria petrolera, producida por el transporte por carretera, combinada con simulaciones de la circulación atmosférica. Según ellos, un tercio de estos microplásticos (entre 40.000 y 100.000 toneladas) terminan cada año en el océano, contra 65.000 toneladas de microplásticos vertidos en el mar por los ríos.

Según el estudio, una parte importante de esta contaminación, transportada por el aire, es probable que terminen en el Ártico, donde las partículas coloreadas podrían tener un impacto en el derretimiento del hielo.


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