¿Para qué queremos espacios verdes en nuestras ciudades?

Podemos y debemos aprovechar aún más los bordes de las chacras, acequias y banquinas no pavimentadas para cultivar plantas nativas o aquellas bellas silvestres que las llamamos "yuyos". Nuestra salud y bienestar dependen de ellas también.

Por Mijal Orihuela, arquitecta urbanista, Roca, especial para «Río Negro»

El año pasado leí algo sorprendente: es probable que en las próximas décadas haya más pandemias, debido a la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Aparentemente, los tres están vinculados.

Las plantas y árboles que tenemos en nuestros cascos urbanos y zonas de chacras no sólo ayudan a reducir las inundaciones en días de lluvia y embellecer las ciudades. También pueden favorecer la biodiversidad y, por ende, nuestra salud. Increíble.

Y es que aquí hay una cuestión clave: un siglo atrás se diseñaron grandes parques para la ciudad de Buenos Aires, debido a la necesidad de mejorar las condiciones de salubridad de la población porteña. Hoy, ciudades de todo el mundo están repensando sus espacios verdes para que, además, ayuden a capturar y retener más dióxido de carbono del aire, disminuir el impacto de las lluvias en los cascos urbanos y generar espacios de refugio para la biodiversidad. No se trata entonces de hacer enormes inversiones sino de empezar a entender los espacios verdes, parques, jardines, veredas y chacras como un ecosistema. Un ecosistema cuidadosamente diseñado.


Proyecto de plaza sobre la barda en Choele Choel, Plusurbano

Las estrategias que se aplican para lograr esto son múltiples. En las ciudades, incrementar la diversidad de especies arbóreas existentes en cada sector de la ciudad, reemplazar parte del césped de los parques por praderas con flores u otros nodos de biodiversidad, introducir especies nativas y adaptadas, valorar algunos de nuestros «yuyos», evitar el uso de agroquímicos o sembrar los baldíos con praderas de flores y/o gramíneas adaptadas o nativas son posibles líneas de acción. En las áreas rurales, cultivar tan sólo un 10% de la superficie con praderas floridas genera un importante impacto ecológico a favor de la biodiversidad. Para ello pueden aprovecharse los bordes de las chacras, acequias y banquinas no pavimentadas.

Estos sitios ofrecen refugios a insectos y polinizadores, algunos de los cuales viven el suelo, como los bicho bolita y la vaquita de san antonio. Si bien, exceptuando la mariposa, no solemos apreciarlos mucho, el hecho es que ellos son fundamentales para nuestra existencia. Aparentemente, si los insectos se extinguen, un gran número de especies también lo harían. En nuestro caso, podríamos tener problemas para sostener algunos cultivos esenciales que dependen de los polinizadores.

Un poco escéptica de que un pequeño espacio verde pueda transformarse con facilidad en un microhábitat, el año pasado hice un ensayo: armé un pequeño jardín en mi patio de 3 x 3 m. Grande fui mi sorpresa cuando cuatro meses después, el lugar estaba repleto de pequeños insectos que habitan en el suelo, mariposas, abejas, avispas y algún que otro pajarito. Un sector así de pequeño es suficiente para beneficiar a la naturaleza y, por extensión, nuestra salud.

Los estudios respecto de cómo favorecer la biodiversidad de insectos, bacterias y hongos aún son incipientes. Aún así, sabemos que la riqueza del suelo es fundamental, por lo que resulta conveniente abonarla. La complejidad del entorno también es clave, para ello, es mejor cubrir el suelo con restos de poda, ojas caídas en el otoño u otros materiales orgánicos. Las plantas nativas son excelentes, pero también son útiles algunas especies exóticas, adaptadas al clima local y que atraigan las especies que deseamos favorecer. Y, por último, siempre es óptimo contar con grandes espacios verdes naturalizados, pero los pequeños también sirven y que, lo más importante, es lograr conectarlos de alguna manera, a fin de que los polinizadores se desplacen de un sitio al otro.


Esta ilustración muestra que cuanto más compleja es la estructura vegetal, más biodiversidad contiene. Es lo que busco expresar. 
Lo grafica muy bien Gabino Carballo, quien está a cargo del área de espacios verdes del municipio en Barcelona.

Necesitamos césped para sentarnos a tomar mate y jugar a la pelota. Pero también necesitamos azúcar, néctar, polen, cercos vivos mixtos, pequeñas huertas o frutales en nuestras casas y flores desde inicios de primavera hasta fines de otoño en toda nuestra ciudad.


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