Se celebra el Dulce Nombre de María: Cuál es la oración para invocar a la Virgen
Cada 12 de septiembre, la Iglesia Católica celebra el día del Dulce Nombre de María, en una jornada de fiesta para los cristianos por el significado de la Virgen en la historia de Jesús.
Cada 12 de septiembre, y a cuatro días de la celebración de su nacimiento, la Iglesia Católica festeja el Dulce Nombre de María, en conmemoración al nombre de la Virgen Madre de Jesús que traducido al hebreo significa doncella, señora o princesa.
Es el evangelista San Lucas quien revela en nombre de la doncella que va a ser Madre de Dios: «Y su nombre era María«.
El nombre de María está relacionado con el mar, ya que sus letras guardan semejanza fonética. También tiene relación con «mirra«, una hierba de África que produce incienso y perfume.
Depende de las múltiples interpretaciones que se hagan de las palabras que forman el nombre María, pueden derivar en la iluminadora, señora o princesa, mientras que en hebreo es hermosa.
En 1683, el Papa Inocencio XI declaró oficial una fiesta que se realizaba en el centro de España durante muchos años y que es la del «Dulce nombre de María».
Se cuenta que la primera diócesis en la que se celebró oficialmente esta fiesta fue en la de Cuenca. Pero, la onomástica del «Dulce nombre de María» tiene fecha propia y es la del 12 de septiembre.
Cómo pedirle a la Virgen María: Esta es la oración para invocar su nombre
En el día del Dulce Nombre de María, esta es la oración para invocar su nombre:
¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú que deseas y quieres mi salvación,
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro
tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir.
¡Dulce Madre, María!
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme
cada vez que te llame.
Pues en cada tentación que me combata,
y en cualquier necesidad que experimente,
quiero llamarte sin cesar; ¡María!
Así espero hacerlo en la vida,
y así, sobre todo, en la última hora,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:
“¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!”
¡Qué aliento, dulzura y confianza,
qué ternura siento
con sólo nombrarte y pensar en ti!
Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
Señora, no me contento
con sólo pronunciar tu nombre;
quiero que tu amor me recuerde
que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios,
tú eres el amor mío!”
Amada María y amado Jesús mío,
que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
vuestros nombres salvadores.
Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados.
Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
cuando llegue la hora de dejar esta vida,
concédeme entonces la gracia de deciros:
“Os amo, Jesús y María;
Jesús y María,
os doy el corazón y el alma mía”.
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