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La estrategia de las empresas de Vaca Muerta para ser sustentables

Con la elaboración de una hoja de ruta y el trabajo para medir sus avances en la materia, el sector afirmó que no se trata solo de una postura políticamente correcta. ¿En qué punto están y qué responden a las críticas?

De la mano de sequías, incendios y pronósticos desalentadores, la cuestión ambiental pasó a ocupar un lugar preponderante en las agendas ya no solo sociales, sino oficiales y empresariales. Con Vaca Muerta como una de las principales reservas mundiales de gas y petróleo, las firmas que trabajan en su desarrollo decidieron, hace unos años, reforzar sus acciones en la materia a través de una organización sectorial. En conjunto, se pusieron a trabajar en una autocrítica y metas a cumplir, una «hoja de ruta». ¿En qué punto de esta tarea están, qué piensan de las críticas y comparaciones con las energías renovables, se trata de una «lavada de cara»?.

«Creemos que como industria somos parte de la solución, no del problema», resumió Fernando Halperín, coordinador de educación y del plan de comunicaciones del IAPG. Entre sus tareas dentro del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas, está la de coordinar la comisión de sustentabilidad. En este concepto es donde se hace el primer corte, para entender la perspectiva actual.

Junto a Viviana Barilá y María Paula Daniello, presidenta y vicepresidenta de la comisión de sustentabilidad, explicaron en el diario de la Argentina Oil & Gas Patagonia, que el antecedente es la Responsabilidad Social Empresaria (RSE). Este es un concepto que vino a ordenar, a darle un porqué, a las acciones que las industrias realizaban con la comunidad y a dirigirlas, también, al momento en el que una empresa se retira de un lugar.

Halperín recordó que el IAPG publicaba informes bianuales de RSE con respuestas de una encuesta a las firmas, que eran analizadas por la Universidad Católica Argentina (UCA). Pero la visión creció y la RSE quedó sumergida en el concepto de sustentabilidad, por lo que en 2016 el IAPG creó una comisión destinada a la misma.

Su primera misión fue responder qué es la sustentabilidad para esta industria, señaló el coordinador, que «extrae recursos no renovables, que tiene un impacto fuerte, que genera gases de efecto invernadero». Otra parte de esa ecuación es que las empresas tienen distintas actividades, como la extracción, refinamiento o distribución.

En esa instancia, apareció el aporte clave del Consejo Empresario Argentino (Ceads), el capítulo nacional del Consejo mundial. Propusieron que apliquen una metodología que solo se había usado en la industria forestal y química, por lo que la que experiencia argentina se convirtió en la tercera en todo el mundo. Se trata de elaborar hojas de ruta de acciones contrastadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030 de Naciones Unidas (ONU por sus siglas en inglés).

Según el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, si las empresas cumplen con las ODS para el 2030, sumarían 12 billones de dólares al valor de mercado y crearían 380 millones de puestos en el proceso. Sin embargo, el presidente de la organización, Peter Bakker, aclaró que solo alcanzarán ese potencial con «iniciativas pioneras de colaboración, con pares del sector uniéndose para trazar un nuevo rumbo, centrado en una visión común».

La primera vez en la historia

La construcción de una hoja de ruta supuso un hito para la industria porque tuvo que establecer su línea de base de sustentabilidad para saber en que punto está y cómo seguir avanzando. El trabajo se dividió en tres etapas que estuvieron marcadas por la forma de consenso con la que funciona el IAPG. «Todas las empresas tienen que estar de acuerdo, sino hay que replantear todo», explicó Halperín.

El coordinador reconstruyó las etapas. La primera fue un ejercicio de autocrítica, por ejemplo, pensando en el ODS de garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna como un aporte positivo y en el de agua limpia y saneamiento como uno de los principales desafíos. Durante la segunda se fijó el ideal a lograr y en la tercera se creó la hoja de ruta, donde quedaron plasmados los objetivos que se priorizarán y las oportunidades de impacto que tienen las industrias. «Fue un trabajo muy complejo, desde 2018 al 2020», expresó.

Desde la comisión destacaron que participaron más de 30 industrias, que representan alrededor
del 90% de la actividad.
La hoja de ruta se presentó en 2019. De los 17 ODS, fijaron dos como transversales: paz, justicia e instituciones sólidas, y alianzas para lograr los objetivos.

Los objetivos priorizados son seis: igualdad de género, trabajo decente, producción y consumo responsables, agua y saneamiento, energía asequible y no contaminante, y acción por el clima. Apuntan, entre otras metas, a hacer más eficiente el uso de la energía y el agua, tanto en las industrias como en las comunidades, a reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y aprovechar el gas, un combustible abundante en el país, con aproximadamente la mitad de la huella de carbono del carbón, cuando se usa en la generación de energía.

Este tipo de metas tienen un costado económico importante. Por ejemplo, para el desarrollo del gas se necesitarán grandes inversiones como 1.100 millones de dólares por año únicamente para el transporte. La contracara es que hacia el 2035 la producción solo de Vaca Muerta, podría aportar entre 62.200 y 67.800 millones de dólares al PBI, con inversiones anuales promedio de 16.000 millones de dólares y una creación de 20.000 puestos de trabajo por año. Otro punto a la hora de pensar en términos de negocio es el acceso a financiamientos porque los organismos que los otorgan les dan mayores oportunidades a quienes buscan la sustentabilidad. Además, «un incidente puede parar una operación», marcó Halperín.

Nada de «green washing»

El «green washing» (lavado verde en inglés) se refiere a las estrategias de una empresa que se presenta orientada al ambiente y la sustentabilidad, pero en realidad no lo es. Para no quedarse solo en declaraciones, la comisión del IAPG se dispuso poder medir los avances que la industria realice con los ODS en su hoja de ruta.

El punto de partida es la inédita línea de sustentabilidad del sector que toma en cuenta, por ejemplo, cuántas empresas consideran el cambio climático para trazar su estrategia de negocio o cuántas incorporan tecnología para reducir la huella de carbono. Desde esta base, durante este año se construirán los indicadores para realizar mediciones cuantitativas. Para esto, la comisión tiene prevista una serie de actividades que incluyen la participación en eventos técnicos del IAPG.

Halperín aclaró que la hoja de ruta no es vinculante, o sea, que no obliga a las empresas a cumplirla. Sin embargo, considera que «las empresas entendieron que les conviene ser sustentables» y que es importante difundir esta perspectiva en el sector.

Algunos ejemplos quedaron plasmados en la hoja de ruta, como el protocolo de reducción de emisiones de metano, elaborado luego de publicación de la ley 27.520 de Presupuesto Mínimos de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático Global. Otro de los que se mencionó fue la elaboración, en 2013, de las prácticas recomendadas sobre la gestión del agua en reservorios no convencionales de la cuenca neuquina.

Al ser consultado sobre las energías renovables y las críticas a los combustibles fósiles, Halperín apuntó a una serie de dilemas que hay analizar cómo resolver. Uno es cómo seguir abasteciendo de energía a la población si se dejaran de explotar estos combustibles, cómo se costeará la transición energética y cómo se desarrollará la infraestructura. Otro es que son los grandes países desarrollados los que emiten más gases de efecto invernadero, no solo por su magnitud sino porque utilizan carbón como combustible. El coordinador también indicó que no hay energías renovables sin huella de carbono, sin impacto ambiental. Además, puntualizó que la mayoría de los insumos son importados porque una industria nacional no sería rentable.

El coordinador resumió: «no hay forma de generar energía sin impacto, hay que pensar cómo se gestiona la transición energética porque cada año la demanda de energía es mayor y sin desarrollo no hay posibilidad de cuidar al ambiente».

La agenda de desarrollo sostenible 2030

Durante septiembre de 2015, líderes mundiales se unieron a la agenda de desarrollo sostenible 2030 de la ONU que se planteó «erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad». Como parte de esta acción se establecieron los ODS a cumplir en 15 años.

Sin embargo, en 2019 la misma ONU reconoció que no se avanzaba a la velocidad ni escala necesarias. Por eso, propuso que la década del ’20 se realicen acciones a nivel mundial, local y de personas. En las mundiales llamaron a garantizar un mayor liderazgo, más recursos y soluciones más inteligentes. En lo local, que se incluyan las transiciones necesarias en las políticas, los presupuestos, las instituciones y los marcos reguladores de los gobiernos, las ciudades y las autoridades locales. Finalmente se llamó a la acción a las personas, incluidos la juventud, la sociedad civil, los medios de comunicación, el sector privado, los sindicatos, los círculos académicos y otras partes interesadas, para «generar un movimiento imparable que impulse las transformaciones necesarias».


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