Josefa Draga, inmigrante italiana arribada luego de la II Guerra Mundial

Nació el 20 de mayo de 1924 en Spadafora, Messina, Sicilia, Italia. Era hija de don Filippo Draga y de Grazia Bucca; sus hermanos son Lorenzo, Rossa, Francisco, María y Santina. Luego de la Segunda Guerra Mundial, y después de pasar muchas necesidades con su familia, surgió la idea de viajar a Argentina. Iba a hacerlo con su hermana Rossa, pero ella se enfermó; entonces, Josefa viajó sola en el barco llamado “Vapor Salta”: tenía apenas veintiocho años.

Josefa llegó al país en junio de 1852. Se radicó en Córdoba; al año siguiente pudo viajar su hermana Rossa, y nuestra homenajeada vivió con ella y su familia. Su hijo nos relató: “Mi madre no se destacó en ningún lugar público, aunque fue una persona conocida y respetada por mucha gente. Vivió una infancia muy difícil en su Sicilia natal: en su juventud tuvo que emplearse en una casa de familia con cama adentro para poder subsistir; en ese lugar vivió hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ella contaba que las últimas bombas cayeron por ahí cerca, una de esas bombas impactó en la casa donde vivía”.

En Córdoba, donde se había instalado, conoció a varias familias de inmigrantes italianos como ella y se quedó con una de esas familias hasta que conoció a don Ángel Ojeda, nativo de San Luis; se casaron en Córdoba y vivieron un tiempo allá; la situación económica era muy mala para ellos, entonces decidieron ir a la vendimia en San Rafael Mendoza; allí se quedaron un tiempo y es donde nació su hijo Gerardo Ojeda, el 23 de junio de 1963.

Un tiempo después volvieron a Córdoba y de ahí a San Luis, a la casa de la única hermana del esposo; continuaban con problemas económicos hasta que se les presentó la oportunidad de un trabajo en El Chocón para Ojeda. A fines de 1969 vinieron a Plottier. En esos años la población de esta localidad rondaba los 3.000 habitantes y en ese lugar más o menos se fueron estableciendo; hubo momentos en que Ojeda quedó sin trabajo, y Josefa trabajó en chacras y en varias casas de familia haciendo limpieza y tareas varias como lavado y planchado (no había lavarropas por lo que el lavado era a mano).

“Mi madre no pudo estudiar en Italia, sólo llegó hasta el segundo grado, acá en Argentina tampoco estudió en escuelas, pero aprendió a leer y escribir de una manera especial ya que casi no tenía faltas de ortografía y la lectura era muy fluida, tal vez fue su gran deseo de superación, lo que hizo que se instruyera con los materiales educativos a los que tenía acceso. Pudo acceder a los materiales que me daban a mí en toda mi vida escolar y aprovechó todas las revistas y diarios que se conseguían en casa; mi padre leía, coleccionaba e intercambiaba revistas y novelas de cowboys (era su pasión). Fue una muy buena administradora de cualquier monto que ingresaba a casa; mi padre traía el sueldo y se lo daba para que ella lo administrara. Tal es así que pudieron comprar un terreno y construir su casa propia y luego con el paso de los años también me ayudó con los vehículos que fuimos comprando con mi esposa. Como decía, no se destacó en nada especial, pero ella fue una mujer especial por todo lo que dio y todo lo que sembró”, nos relató Gerardo.

Su esposo falleció en 1989; su hijo formó su familia con Graciela Mónica Paz y le dieron dos nietas, Paula Belén y Lorena Ayelén. Josefa a los 50 años se convirtió al evangelio y abrazó la fe, se congregaron desde aquellos años en la Iglesia Evangélica Bautista de Plottier. El pastor Lorenzo Klink, fue su guía espiritual. “Mi madre este año cumpliría 100 años, no alcanzó a llegar porque falleció a los casi 93. En su último mes de vida tuvo una descompensación y le tuvieron que colocar un marcapasos, pero luego le empezaron a funcionar mal los riñones y pulmones, ahí se agravó al punto de fallecer en el hospital Castro Rendón el 18 de enero de 2017”.

En la foto la vemos con su hijo, nuera y nietas. Una italiana que siempre tuvo el anhelo de regresar a Italia a ver a su familia, pero nunca lo concretó. Hoy la honramos como a aquellos inmigrantes que partían de su tierra natal y pocos regresaban; todos constituyen una inmensa población que se atrevió a desafiar estas desérticas tierras patagónicas, vencer la crudeza del clima e instalarse a trabajar en ellas. Fueron, así, creadores de progreso regional.


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