Lecturas: “Fanatismos”, el ojo puesto en la pasión

Libertad Borda y Federico Álvarez Gandolfi realizan un análisis cuasi académico de los diferentes tipos de fanatismo, desde los otakus hasta los cumbieros, pasando por los Xeneizes. Un estudio interesante sobre un fenómeno social cada vez más extendido.

De los seguidores del manga o animé (conocidos como otakus) a los hinchas de Boca Juniors, y del club de fans de Ricardo Arjona a los amantes de la cumbia: los diferentes fanatismos desplegados a lo largo y ancho del territorio argentino y más allá, son analizados desde una perspectiva académica en “Fanatismos”, el primer libro de estudios sobre fans que se publica en América latina, compilado por Libertad Borda y Federico Álvarez Gandolfi.


Este conjunto de ‘fan studies’, de diversos autores, propone una suerte de radiografía de este amplísimo fenómeno compilados en el libro que lleva por subtítulo “Prácticas de consumo de la cultura de masas” (Prometeo) y que trata de dilucidar qué nos dice de nuestro presente la expansión del fanatismo a todos los ámbitos de la vida.

Si históricamente el latiguillo “yo los sigo desde Cemento” buscaba demostrar el nivel de fanatismo -usualmente referido a un grupo de rock-, en la actualidad aparecieron nuevas y múltiples maneras de expresar ya no solo pasión por el objeto de adoración sino también desdén por aquellos que -se sospecha- no están a la altura de las circunstancias.

Los fandom, como se conoce a un grupo o comunidad de fans, pueden originarse en los más variados estilos de música, en las novelas y sus protagonistas, en series, películas, videojuegos, deportes e historietas, entre muchas otras disciplinas, mientras la industria cultural encuentra en ellos un aliado ideal.

El libro examina además la creciente visibilización del fanatismo, impulsada por los medios digitales y la mayor atención que le están prestando las corporaciones del entretenimiento, que tienen un rol destacado en todo esto de ser fan.


“El fanatismo hoy es un enorme fondo de recursos para la construcción de identidades, individuales o colectivas. Recursos que en la actualidad están disponibles muy visiblemente, frente a la caída de otros puntales de la identidad que en algún momento parecían inexpugnables, como la religión y la nacionalidad”, explica Libertad Borda, doctora en Ciencias Sociales y una de las compiladoras del libro junto con Federico Álvarez Gandolfi.

¿Cuántas maneras hay de expresar el fanatismo? ¿Se puede contar por grados, como la temperatura? Los otakus por ejemplo apodaron de manera peyorativa “otako posers” (impostores) a unos y “wachi otakus” (que solo asisten a eventos gratuitos), a otros, según uno de los papers aquí compilado.

“Yo hago ravioles, ella hace ravioles” o “¿Adónde está mi amiga?” son solo dos de las icónicas líneas tantas veces repetidas del famoso filme “Esperando la carroza”. Pero los fanáticos, que se llaman a sí mismos “carroceros” conocen de memoria cada palabra, punto y coma del guión. Se juntan a ver el filme, tienen grupos de Facebook y peregrinan cada año hasta las locaciones. Hasta se ha hecho un documental sobre esta comunidad. Si alguien se declara admirador pero tan solo conoce las frases más famosas, para ellos, es y será un “carronuevo”, en una suerte de analogía mamácoresca.


P – ¿Cuánto contribuye la industria en sí al fanatismo?
R –
En nuestra hipótesis los fans y la industria son las dos caras desde donde puede mirarse el fenómeno. Cuando antes decíamos que el fanatismo hoy puede pensarse como un enorme fondo de recursos, la verdad es que esos recursos no solo están disponibles para los propios fans sino también para la industria misma. En principio, digamos que hasta hace alrededor de dos décadas, todavía la industria seguía considerándolos un mal necesario, un público que solo utilizaban en situaciones específicas. Hoy el o la fan es el público ideal, el que todos quieren lograr.

P – ¿Se puede pensar en diversos tipos de fanatismos?
R –
Hay objetos del fanatismo que gozan de mayor aceptación social, como el fútbol; otros en los que todavía siguen circulando con fuerza los estereotipos de la “obsesión” y la “inmadurez”; y otros más vinculados a un mero gusto, como el que involucra a las mascotas, la decoración, la vestimenta o la gastronomía. También ocurre que se le otorga mayor prestigio a ciertos sujetos y modos de “ser fan” debido a que en el imaginario hay fanatismos que siguen siendo asociados linealmente a un solo género, a un solo sector social, y a una sola edad. Y ello pese a que en la práctica sean fanatismos que convocan a sujetos de todos los géneros, los sectores sociales y las edades, por lo que entre los fans se terminan legitimando ciertas prácticas y ciertos consumos por sobre otros.


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