El crimen de Julián Dobra en Roca empezó a revelar una posible trama más grande: «La punta del iceberg»
Cinco detenidos, decenas de testimonios y más interrogantes. Investigan si el crimen de Julián Dobra en Roca fue parte de un entramado delictivo mayor. "Habría más personas involucradas", dijo su papá.
La vinculación de uno de los imputados empezó con una foto. Una imagen enviada por WhatsApp, en la que un adolescente aparece manejando el auto de Julián Dobra. Lo que siguió fue una cadena de silencios, testimonios entrecortados, pruebas dispersas, un cuerpo abandonado en la barda norte de Roca y los primeros cinco imputados. Lo que ahora se intenta reconstruir, paso a paso, es una escena del crimen que podría ocultar mucho más que un asesinato aislado.
«Esto va más allá de los autores materiales», dijo Oscar Pineda, el abogado de la familia de Julián, días atrás. Para él y su socio Pablo Iribarren, lo que sucedió no fue un hecho espontáneo, ni tampoco producto de una disputa callejera. Fue algo más grande, más planificado. «Es la punta del iceberg», advirtió. El caso conmueve a Roca y se empezó a mover fuerte en el tablero de la justicia rionegrina.
Las primeras pistas y los primeros detenidos
Con cinco personas detenidas —tres mayores y dos adolescentes de 16 y 17 años—, la fiscalía ya tiene un punto de partida. Los fiscales Belén Calarco y Marcelo Ramos formularon cargos tras más de una semana de hermetismo. En la audiencia del viernes pasado, revelaron parte de la investigación: testimonios de familiares, vecinos y conocidos que apuntan a conexiones entre todos los acusados y la víctima.
Aseguraron que tres mayores —Julio César Salgado, Leandro Navarro y Walter Méndez— tenían relación con Julián en las semanas previas a su muerte. Y los adolescentes -de edad punible- fueron vistos manejando el auto del joven incluso después de su desaparición. Uno de ellos se jactaba de haberlo comprado. Para los fiscales, todos participaron de alguna forma: ya sea en el homicidio o en el intento de ocultar pruebas.
En medio de los tecnicismos respecto de la situación procesal de los adolescentes que debatieron durante la audiencia del viernes pasado, Tomás Dobra -papá de Julián- todavía procesa el largo camino que parece haberse iniciado con las primeras imputaciones. «Esto será una lucha larga. Quiero justicia , no quiero involucrar a cualquier persona que no tenga que ver», explicó en diálogo con Diario RÍO NEGRO.
«Algunas de las personas sospechadas, ya las conocía«, dijo Tomás. Es que, fueron vecinos de Julián. Además, contó que su hijo ya le había contado que Salgado le había robado, motivado por una expareja del joven Dobra, con quien había mantenido una relación conflictiva.
«Los tendrían que haber traído antes a los sospechosos», reiteró el padre de la víctima, quien también había acercado datos y nombres cuando la causa por su presunta desaparición ya estaba en manos de la fiscalía. «Para casos duros, se necesitan fiscales duros y preparados. Este fue un hecho muy grave. Espero que lleguemos a los resultados lo más pronto posible».
«Habría mucha gente participando en esto y la investigación inicial fue amateur», dijo.
Respecto a las imputaciones, Tomás mostró conformidad como querellante. «Lo que genera tranquilidad es que se vea que se mueven, pero lo hacen con terrible presión detrás. La presión que no fue tan fuerte antes», respondió ante la consulta sobre cuáles fueron sus sensaciones tras la primera audiencia.
«Esto no es una desgracia personal. Fue un crimen contra la comunidad. No es algo que solo me pega a mi, este tipo de casos no se pueden permitir. Si esto se deja impune, terminamos todos siendo víctimas de aberrantes crímenes», concluyó.
El revólver, las zapatillas y las llamadas
Los allanamientos del jueves arrojaron más elementos: un revólver calibre .22 compatible con las balas que mataron a Julián, pares de zapatillas para cotejar con huellas, teléfonos celulares y rastros de motos. Uno de los imputados tenía siete llamadas consecutivas al celular de Julián días antes del crimen y ninguna después.
El auto apareció incendiado en las bardas, a pocos kilómetros de donde hallaron el cuerpo. Las marcas de arrastre presuponen que el asesinato ocurrió en otro lugar.
Hay otros elementos que podrían haber sido clave —como el departamento donde vivía Julián—, pero no fueron preservados tras la denuncia de desaparición. La querella aún critica duramente esa omisión.
La versión de la querella: un crimen con planificación
Oscar Pineda y su socio, Pablo Iribarren, tienen otra lectura. Para ellos, el crimen fue premeditado. «No lo hicieron dos o tres personas. Acá hubo planificación. Cada uno cumplió un rol: autores, coautores, partícipes primarios y secundarios», anticipó Pineda.
La hipótesis más fuerte es que Julián estuvo en el lugar equivocado. «Quizás vio algo, escuchó algo. No hay un solo indicio de que estuviera vinculado al narcotráfico”, subrayó el abogado. La querella también planteó que podría haber una mujer involucrada en el caso, pero sin confirmaciones sobre su identidad.
Silencios, vínculos y la calle que habla
La investigación se apoya también en lo que no se dice. Una hermana de un preso contó que su hermano menor le había enviado una foto con el auto de Julián y le confesó que “andaban con el cuerpo”. Otra mujer aseguró que vio a su expareja junto a Julián el día anterior a su desaparición, con la misma ropa que luego tenía al morir.
«La calle habla», dijo Pineda. Y muchos testigos, según él, prefieren hablar con un abogado que con un fiscal. Por eso analizan pedir testigos protegidos. Mientras tanto, avanzan por su cuenta: buscan nuevos testimonios, revisan cámaras de seguridad y esperan los peritajes pendientes.
Las preguntas que aún no tienen respuesta
¿Por qué lo mataron? ¿Quién apretó el gatillo? ¿Qué pasó realmente en los días previos a la desaparición? Por ahora, no se tiene una teoría cerrada. Se mencionó un conflicto entre Julián y Salgado por una relación con su exnovia, e incluso un disparo con un rifle de aire comprimido a su casa. Pero no está claro si había otra motivación.
La querella insiste en que faltan piezas clave y que el expediente, por ahora, no las tiene. Tampoco hay certezas sobre si el celular de Julián fue plantado. Ni quién manejaba el vehículo la noche del crimen. Ni cuántos participaron en total. “Esto recién empieza”, repiten desde el equipo legal.
Cuatro meses y muchas incógnitas
Los acusadores tendrán 120 días para reunir las pruebas suficientes que sostengan la imputación contra los cinco detenidos. Pericias balísticas, entrecruzamientos de llamadas, análisis de ADN, revisión de cámaras públicas y privadas. También falta determinar si el cuerpo fue torturado, cuánto tiempo pasó entre la muerte y el hallazgo, y dónde fue asesinado.
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