Quién encontró especies desconocidas en Río Negro, Neuquén, Cuba y Antártida

Se llama Zulma Brandoni de Gasparini y recibirá el título honoris causa de la Universidad Nacional de Río Negro. Qué hallazgos hizo.

Puede contar desde su búsqueda de fósiles en Cuba hasta la Antártida argentina. Fue la primera mujer paleontóloga que describió un dinosaurio en América Latina. Por esa y muchas otras contribuciones, como la formación de discípulos, el miércoles 5 de junio la Universidad Nacional de Río Negro le entregará el título Doctor Honoris Causa a la doctora Zulma Brandoni de Gasparini.

El acto será a las 17 horas en el Edificio Académico y de Investigación de la Sede Alto Valle-Valle Medio, en Estados Unidos 750, General Roca. Tras recibir la distinción, la científica también brindará la charla magistral denominada «Desde Cuba a la Antártida». Cincuenta años buscando reptiles marinos mesozoicos».

En la resolución de la universidad se destacó que la doctora Brandoni de Gasparini “guarda un vínculo especial con la Patagonia, ya que en ella desarrolló casi toda su carrera científica”. Particularmente en la provincia de Río Negro, la investigadora es “un pilar en el estudio de los tetrápodos marinos y en la formación de museos y discípulos, muchos de los cuales trabajan y viven en la región”. Mantuvo este diálogo con Diario RIO NEGRO.

– ¿Qué hallazgo de restos fósiles la conmovió más?

El que más me impactó fue el hallazgo de un plesiosaurio de cabeza grande en el área de Chacaico Sur, en el suroeste de la provincia de Neuquén. Su cráneo tiene una longitud de aproximadamente un metro. Eso sugiere que ese ejemplar tenía en vida unos 5 metros de largo.

Este plesiosaurio perteneció a un grupo de grandes reptiles marinos. Eran predadores de natación rápida que, a juzgar por las dimensiones de la apertura bucal y sus dientes grandes y cónicos, tenían la capacidad de atacar y tragar presas de gran porte, como peces y principalmente ictiosaurios, que fueron los reptiles marinos predominantes en esa zona.

El plesiosaurio que describí conservaba un cráneo prácticamente completo. Eso es algo excepcional. Es el más antiguo conocido de ese grupo en América del Sur, ya que las rocas que lo contenían son adjudicadas al Bajociano, en el Período Jurásico medio, aproximadamente 170 millones de años.

La Universidad Nacional de Río Negro otorgará el doctor honoris causa a la paleontóloga

Este ejemplar correspondió a una nueva especie de pliosauroideo que denominé Maresarus coccai. Significa “saurio marino” y dedicado a los hermanos Sergio y Rafael Cocca, que trabajaban en el Museo Profesor Olsacher de Zapala.

El original del ejemplar se puede admirar en el Museo Olsacher de Zapala. Es el ícono del museo y su silueta luce en su frente externo.

-¿Trabajó sola?

Los descubrimientos requieren la participación de numerosos participantes y colaboradores que integran un equipo de investigación paleontológica y buscan determinados objetivos. En ese caso, buscamos reptiles marinos en la cuenca Neuquina. Fue en la década de 1990 y participaron paleontólogos del Museo de La Plata, geólogos de la Universidad Nacional de La Plata, técnicos del Museo Olsacher y pobladores de la zona.

-¿Por qué se dedicó también a formar paleontólogos?

Ante todo, quisiera decir que estudié en el Museo de La Plata de la Universidad Nacional de La Plata, donde se hacía investigación desde la época de Francisco P. Moreno, su fundador. Específicamente me formé con el paleontólogo Rosendo Pascual que, además de ser un reconocido especialista en mamíferos fósiles, era miembro del directorio del CONICET en la década de 1970.

Para aquel entonces la dedicación de los docentes universitarios a la investigación se hizo una obligación. Hoy es y debe ser lo normal.

En ese marco tratar de formar discípulos y equipos de investigación era lo esperable más aún perteneciendo a la carrera del investigador científico del CONICET. Logramos formar equipos interdisciplinarios que hoy en día van por la cuarta generación y están distribuidos en universidades y centros de investigación de gran parte del país.

-¿Estuvo en Cuba para buscar fósiles también?

Sí. Fue entre mediados de la década de 1990 a mediados de los 2000. Fui a conocer el terreno jurásico  en la zona de Viniales. Trajimos al Museo de La Plata fósiles descubiertos en años anteriores por los propios cubanos. Los limpiamos y estudiamos junto con mis colegas Marta Fernández y Marcelo de la Fuente. Así comprobamos la presencia de plesiosauios, cocodrilos y tortugas marinos, ictiosaurios y pterosaurios que pasaban por el pasaje caribeño que separaba a América del Norte de América del sur.

-¿Cómo fue la identificación de un dinosaurio en la Antártida?

Describí el primer dinosaurio descubierto en la Antártida. Pero nunca pude ir al lugar porque en ese momento estaba prohibido para las mujeres. El dinosaurio se llamó Antarctopelta, que significa “escudo antártico”.

Se trataba de un dinosaurio herbívoro que vivió durante el Cretácico Superior en lo que hoy es la isla James Ross, en la Antártida. Los restos del Antarctopelta fueron hallados en 1986 por los geólogos argentinos Eduardo Olivero y Robert Scasso.

-¿Qué sintió al recibir la noticia sobre el título doctor honoris causa de la UNRN?

Es algo que jamás soñé. Es un honor y una distinción que me cuesta tomarla en su magnitud. La provincia de Río Negro significa mucho no solo para mí sino para los equipos de investigación en paleontología de vertebrados que he formado o participado.

Comencé visitando a Roberto Abel, una persona que amaba los fósiles, que hizo mucho por dar a conocer el mundo perdido que descubría en sus caminatas por la región. Así, a lo largo de mi carrera, conocí todos los museos de la provincia, sus valiosas colecciones paleontológicas y particularmente la riqueza de su gente.


Una ilustración de las especies de animales que habitaban en la cuenca neuquina, que fueron descubiertas por la científica /Crédito J.  González

Conocí a Héctor “Tito” Cabaza, otro amante de los fósiles, que con su hijo Daniel y un grupo de jóvenes de la zona recorrían los Bajos de Trapalcó en búsqueda de fósiles. Tito fue quien nos permitió entrar en el mundo de los reptiles marinos de fines de la Era Mesozoica. Me envió fotos de esqueletos de plesiosarios, lo visité en su casa donde alojaba parte de la colección de reptiles marinos y a partir de ese entonces, mediados de la década de 1990, establecimos una relación de afecto y cooperación. Por nuestra parte, conformamos un equipo interdisciplinario de paleontólogos y geólogos de distintas universidades.

Hoy continúan con numerosos y diversos proyectos en paleontología en los que participan y dirigen docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Río Negro. Varios de ellos son discípulos de discípulos con lo que quedó garantizada la inversión en formación de recursos humanos.

Paralelamente, las colecciones de la familia Cabaza hoy forman parte del Museo Municipal de Lamarque, en el que varios de los primeros participantes estimulamos a su fundación.

Hay un detalle que quiero destacar y que sigue estando ligado por décadas a mi trabajo en la provincia de Río Negro: es la participación del doctor Leonardo Salgado, especialista en dinosaurios, profesor de la UNRN y reconocido por su dedicación al conocimiento de la paleontología en distintos niveles de educación, desde la transferencia a las escuelas  y pequeños museos, las notas periodísticas, los libros y las conferencias internacionales. Sin la colaboración de Leonardo, en mi caso hubiera sido imposible consolidar un proyecto de la magnitud que se logró en la provincia.

Este Doctorado honoris causa significa mucho para mí, y remueve recuerdos muy profundos que van más allá de los espectaculares descubrimientos paleontológicos.


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