Entrevista a Paola Yannielli Kaufmann: «La hermana», una novela sobre Emily Dickinson 17-12-03

Paola Yannielli Kaufmann ganó el Premio Casa de las Américas 2002 por su novela "La hermana". La escritora, nacida en General Roca, es doctora en Neurociencias y es la primera mujer patagónica en recibir uno de los mayores premios literarios en lengua castellana. "La hermana" fue editada por Sudamericana y el viernes la presentará en Roca. La autora habló con "Río Negro" de su primera novela, del personaje que encarnó como escritora y que le permitió desnudar a Emily Dickinson, una de las poetas

– Por qué elegiste hablar de Emily Dickinson, y por qué encarnar literariamente en su hermana, Lavinia?

-Pienso ahora que podría haber hablado de una infinidad de escritores porque en la zona en la que fui a vivir en EE.UU., la zona de Nueva Inglaterra, es cuna de todos o casi todos los grandes escritores norteamericanos. Cuando llegué visité la casa de Emily Dickinson que era la que me quedaba más cerca, a 10 millas, pero a 30 millas estaba el pueblo donde pasó el final de su vida Mark Twain, en Boston había vivido Poe, en Brooklyn, Whitman. De modo que la historia poética y literaria de esa zona es enorme. Pero elegí a Emily Dickinson, visité su casa de Amherst y me atrapó su vida.

– Una vida muy poco conocida, sobre esta poeta que revolucionó la poesía norteamericana se ha hecho más biografía de su obra que de ella misma.

– ¡Totalmente, es verdad! Yo comencé a leerla y me atrapó el personaje construido alrededor de la poeta, esto de la reclusa, frágil, loca, enfermiza, la que nunca salía de su casa, ni se casó, ni tuvo hijos, la que escribió pero nunca vio publicado su nombre en vida. Y al mismo tiempo me atrapó otro personaje de su vida, su hermana menor, Lavinia.

-Una hermana imprescindible, no sólo descubrió su secreta obra al morir Emily, sino porque es muy difícil contar la vida de una sin la otra.

– Sí, Lavinia aparecía omnipresente en la historia, aunque nadie la describía. Me enganché con lo no dicho. Cuando descubro a Lavinia ese personaje se transformó en mí, y elegí mirar con los ojos de ella para contar una historia. Comencé a construir esa hermana.

-Y ambas, vos y Lavinia, deciden más o menos lo mismo, rescatar del olvido el legado de la poeta, una poeta que creó en soledad, murió sin ningún reconocimiento, una mujer de mediados del siglo XIX, quizá consciente de su genialidad pero prisionera de su tiempo

-La de Lavinia es una mirada oblicua sobre Emily, la mirada que percibe que su hermana no es «normal», aunque ambas hayan tenido una vida similar y gozaran de cierta «anormalidad». Obviamente lo que las hizo diferente fue la literatura. Pero Lavinia vio. Esa fue su virtud. Vio a su extravagante hermana escribiendo su poesía chiquitita, tímidamente, en papelitos, ocultándose del mundo. Vio a la persona, no al personaje. Emily en ojos de Lavinia está viva, la saca de la periferia y la pone en el centro. Usar a Lavinia para narrar fue como generar esa mirada para sacarla de los confines. La novela que escribí tiene que ver con esto, con afirmar que no fue una monja ni una loquita, con contar a otros la imagen de “Emily Dickinson viva” que me quedó después de leer tantas biografías.

-Lavinia fue como la contracara de la poeta y su nexo con el mundo.

-Lavinia amaba, y protegía a su hermana, y un poco se hace cargo de sus extrañezas, de su locura, y al mismo tiempo la odiaba, la envidiaba, la admiraba, era un vínculo complejo, pero era la hermana que tenía, con quien estaba todo el tiempo. Emily, en realidad, era extremadamente fuerte y tenía muy claras las limitaciones de su tiempo, pero vivía un mundo de interiores y Lavinia la ayudaba en su dificultad, ella era la que salía, iba al mundo y se sentía muy bien haciéndolo. Lavinia fue un puente. Una era la contracara de la otra.

– Hay un personaje real, T. Higginson, director entonces de la prestigiosa revista literaria “The Atlantic Monthly”, a quien la poeta eligió como maestro aunque éste-mientras Emily vivió- jamás reconoció su trascendencia y lo mismo hizo con Walt Whitman, con la diferencia de que Whitman buscó otro editor para publicar y Emily aceptó en silencio su desaprobación. ¿Ella no creyó en el valor de su obra o no pudo enfrentarse a este hombre?

-Ella escribió a sabiendas del límite que le imponía su sociedad, pero no dejó de escribir y fue una obra revolucionaria. Higginson rechazó a los dos, a Dickinson y a Whitman con el mismo argumento, diciéndoles que sus poemas eran “imperfectos”. Evidentemente, Higginson tenía en el oído la poesía victoriana, una poesía muy formal y perfecta, como la de Lord Byron. Y ni Whitman ni Dickinson respetaron los límites que las convenciones imponían. Revolucionaron la poesía norteamericana. Con una diferencia, Whitman dijo “¡¿ No me publica, pues entonces lo haré yo?!”. Y cuando Higginson se dio cuenta, “Hojas de hierba” iba por la novena edición, un éxito rotundo. En cambio, Emily, ante la negativa se retrae. Ella tenía claro que si un tipo como Higginson te decía no, en las condiciones en las que ella estaba, era No. Debía aceptar su destino.

– Dickinson fue ultra moderna, aparece en un momento de esplendor de las letras americanas pero no reconoce linaje, no se referencia en nadie.

– Sí, me hizo acordar a nuestra Alejandra Pizarnik, creo que ella era consciente del salto que daba, y lo era porque era una gran lectora, tiene que haber tenido una suerte de conciencia del valor de lo que hacía, pero aceptó la desaprobación de su maestro como si fuera la de su padre.

– ¡ Y qué paradoja que sea precisamente otra mujer, Lavinia, quien desde su simpleza, sí valoró su legado y movió cielo y tierra para verla publicada !

– Lavinia tuvo una vida simple, sí, pero era aguda y te diría que actuó intuitivamente cuando encontró ocultas las poesías de su hermana luego de que ella muriera. Tomó la determinación de publicarlas y lo logró quizá vendiendo su alma al diablo, como se cuenta en la novela. Pero lo logró y la poesía de su hermana tomó el lugar que merecía, se convirtió inmediatamente en un éxito mundial, que trascendió las fronteras de su país.

– Otra vez el maestro de Emily Dickinson tuvo que admitir que se había equivocado…

– ¡¡ Sí, absolutamente !!. Digo en la novela que Higginson pensó que tenía entre sus manos un colibrí, pero en realidad Emily no era un colibrí sino un halcón que luego le hizo sombra.

Susana Yappert

Un monstruo para introducir a los otros

– «La Hermana» es tu primera novela. ¿Cómo fue esta experiencia más allá de la enorme satisfacción del premio Casa de las Américas?

-La novela fue una suerte de experimento. Había escrito cuentos, y lo había hecho siempre siguiendo el consejo de quien me entrenó en la escritura, Abelardo Castillo, el de no sentarme a escribir hasta que la historia no había cerrado adentro mío. Con una novela sabés dónde empezás pero no dónde terminás. Empecé leyendo todo lo que pude sobre la familia Dickinson. Pero no me pude largar a escribir hasta que no tuve el punto de vista, el tono narrativo. Y un buen día encontré una frase entra las que había escrito que desencadenó el relato. Una frase que estaba en la mitad del armado de la novela y que me dio el tono del relato. Lavinia decía allí: «De mí nunca se ha esperado que escriba, de hecho nunca se ha esperado nada en particular». Esa era Lavinia y allí estaba contenido el punto de vista del narrador. Decidí -entonces- llevar al principio ese frase y entonces supe que ya podía sentarme a escribir. Incluso esa idea me permitió darme el lujo de interrumpir la escritura una larga temporada. Teniendo eso sabía que ya no me perdería.

– En parte estabas contenida en los datos reales, en el trabajo de archivo que te permitió novelar sobre una realidad que sí transcurrió.

– Sí, claro. Perdí la comodidad que te da un cuento, la de atravesar una historia cerrada, pero perdí esa comodidad a medias, pues la historia esencial estaba contada. La vida de Emily Dickinson es lo que está en la novela, aunque yo me permita novelar escenas.

– ¿La novela que escribís actualmente, cuyo personaje es el Nahuelito, toma cierta distancia de este procedimiento?

– Sí, «La Hermana» fue absolutamente experimental y tampoco me agarré la más difícil. La nueva novela es una suerte de evolución porque paso a una historia que no está dicha, ni la historia, ni los personajes, ni las circunstancias ocurrieron en la realidad, todo tiene que salir de mis tripas, todo tiene que salir de la nada. Ese es el desafío. Por trabajar en ciencias, además de en literatura, es un gran desafío, me cuesta despegarme de la verdad. La idea es hablar del Nahuelito como excusa, intentaré hablar de los monstruos que nos habitaron en la década de los 70. (S.Y.)


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