La trágica historia de una familia de cóndores y la veterinaria que no quiere bajar los brazos

El cóndor Yastay nació en el 2019 en la reserva Tatú Carreta en Córdoba, donde eran cuidados su madre y su padre: tras recuperarse de heridas de bala en las alas, no pueden volar. La llegada del pichón al mundo generó alegría: él sí iba a poder hacerlo, vivir en libertad. Un cebo tóxico colocado en un campo al sur de Río Negro, donde fue liberado en el 2022, destruyó esa esperanza. Qué hacer para protegerlos: la mirada de la médica veterinaria que  siguió de cerca todo el proceso.

El sábado 23 de noviembre del 2019 fue un gran día en la Reserva Tatú Carreta en Córdoba: en la madrugada había nacido en cautiverio Yastay, el bebé cóndor andino. Llegaba al mundo como parte de una especie amenazada por los balazos y los cebos tóxicos: en los campos aun se cree que atacan el ganado cuando en verdad son carroñeros, rol clave en el ecosistema.


Su padre había sido rescatado en la zona de las Altas Cumbres cordobesas en 2012: lo encontraron herido en el ala derecha por un tiro de escopeta. Tuvieron que amputársela. En 2016 llegó a la reserva: ya no podía volar, pero sí ser parte del ciclo de reproducción. Allí sería cuidado de ahí en adelante.

La madre con Yastay pichón apenas al nacer tras 58 días de incubación natural en la Reserva Tatú Carreta a 50 km de Córdoba Capital


La madre de Yastay arribó a Tatú Carreta tras haber sufrido en San Juan una herida de arma de fuego en una de las alas. Tampoco podía volar ni entrenar a su cría, que nació tras 58 días de incubación natural. Y no es que bastó que dejaran a la hembra y el macho en un mismo recinto para que pusieran el huevo: los cóndores tiene sus tiempos, sus ritos.

«Fue un largo proceso de unos dos años», recuerda la médica veterinaria María del Rosario Ahumada, que siguió de cerca todo el proceso y se tranquilizó al comprobar a través de las cámaras trampa que mamá y papá cóndor alimentaban a la cría, la limpiaban, la cuidaban.

Seguir de cerca no quiere decir tocar, es el cuidado humano del recorrido para intervenir solo si indispensable, como cuando Yastay fue trasladado a Temaikén en Buenos Aires para unirse a una bandada de cóndores juveniles antes de ser liberados en la Patagonia como parte del programa El retorno al mar, ya que habían desaparecido de esa zona al sur de Río Negro.


Para quienes día a día cuidan a los animales en la reserva y monitorean su evolución, ver que pusieron un huevo, que lo incubaron y el nacimiento de Yastay después fue como un resarcimiento del destino, era alegría, el milagro de la vida, de la continuidad de la especie.

El nombre elegido para el pichón aludía al Dios comechingón protector de las aves y los animales del cerro, como explica María.

El padre de Yastay lo alimenta en la reserva Tatú Carreta.


María es una de la profesionales vinculadas a la rehabilitación de especies silvestres en la reserva cordobesa, sobre todo la de grandes aves, en un apasionante proyecto compartido con la Fundación Bioandina y la Universidad Católica de Córdoba.


Tatú Carreta recibió a Yastay con este mensaje: “El cóndor, especie de gran valor simbólico para gran parte de América, hoy nos sigue enseñando que es posible resistir y emerger en medio del desamparo. Alto vuelo y buena vida para Yastay”.


Rumbo a Buenos Aires para unirse a una bandada de cóndores

Yastay fue trasalado a Fundación Temaikén en Buenos Aires el 12 de febrero de 2021 como parte del trabajo articulado por el Programa de Conservación del Cóndor Andino (PCCA).

Escena del trasladado a Buenos Aires, cuando Yastay fue preparado en la reserva Tatú Carreta para el viaje en avión. De espaldas, la médica veterinaria María del Rosario Ahumada, quien siguió la evolución del cóndor desde su nacimiento.


“Yastay empieza su largo camino a la libertad prometida. Volará en avión para sumarse a la bandada de cóndores que van a repoblar Sierra Pailemán en la provincia de Río Negro para luego poder volar con sus propias alas. Un largo camino de resarcimiento para este gran dios de los cielos”, lo despidió Tatú Carreta.


María, la veterinaria que siguió cada paso de Yastay, recuerda la tristeza que le provocó su partida, que la pandemia había postergado. Aquellos días en soledad en la reserva había encariñado aun más a todos con aquel pichón que ya era un cóndor juvenil.

Aunque no interactuaban y lo seguían y lo vieron crecer a través de las cámaras trampa, la idea de que él iba a poder hacer lo que sus padres ya no, volar para vivir en libertad, los emocionaba. “Era imposible no sentir eso, pero ahora me doy cuenta de que fuimos ingenuos”, dice María.


Durante su primer año de vida, Yastay fue cuidado y alimentado por sus padres. En Temaikén, donde llegó junto a Huasi, un cóndor que provenía de La Rioja, se unió a la bandada de juveniles que sería liberada en Sierra Pailemán.

Yastay, con la identificación 79, en la plataforma de aclimatación y liberación en Sierra Pailemán.


“Son cóndores nacidos bajo cuidado humano pero por incubación natural, es decir, que nacieron con sus padres y se quedaron con ellos el tiempo necesario. Son los padres quienes en su primer año de vida se encargan de la alimentación, el cuidado del pichón, el acicalamiento, entre otros comportamientos”, explicó Juan Kabur, a cargo del equipo de cuidadores del Centro de Recuperación de Especies de Temaikén.


“Los cóndores son animales gregarios y necesitan desarrollar comportamientos naturales que les permitan integrarse en la naturaleza”, agregó Kabur, estudiante de Ciencias Biológicas.


A volar en Río Negro

El paso siguiente de la bandada que ya integraba Yastay fue viajar a Sierra Paileman, al sur de la provincia de Río Negro.

Yastay, el cóndor que murió envenenado.


Allí, tras un período de adaptación en la plataforma de liberación, fueron soltados en octubre del 2022 desde ese punto estratégico, desde las rocas a 400 metros de altura con un número que los identificaba en el ala.


Les habían colocado rastreadores satelitales. En el caso de Yastay, había dejado de reportar señales de movimiento y por eso un equipo de asistentes de campo del PCCA y guardas ambientales de Río Negro fueron hasta el lugar donde permanecía sin actividad a mediados de mayo del 2024.


Panorama desolador

El panorama que encontraron en una zona de campos a 32 kilómetros de El Caín en el sur de Río Negro, casi en el límite con Chubut, no podía ser más desolador.


Yasytay yacía sin vida a un metro de una oveja muerta, como el zorrito gris y el peludo que habían quedado cerca también.

La noticia más triste: Yastay murió tras comer el cebo toxico colocado e la oveja,


Era un típico cuadro de envenenamiento, que luego confirmó la necropsia practicada en el Hospital Escuela de Medicina Veterinaria de Choele Choel , donde fueron llevados sus restos. Los análisis detectaron que el cóndor bajó a comer los restos de una oveja envenenada con Carbofuran, un poderoso agrotóxico prohibido en el país por el Senasa en el 2018.


¿Dónde liberar al próximo?

Esa pregunta se hace en estos días la veterinaria María Ahumada. Es que en la reserva cordobesa nació otro pichón de cóndor que debería seguir los pasos de Yastay al menos hasta Temaikén o el Ecoparque de la Ciudad de Buenos Aires.


¿Será Sierra Paileman el lugar indicado? ¿Habrá que buscar otro? Son interrogantes que se plantea luego del dolor que causó la trágica muerte de Yastay en el Tatú Carreta.


Sabe que la cuestión de fondo no es sencilla de resolver: encontrar el punto de equilibrio entre los ganaderos y el respeto ambiental. Los productores que colocan cebos tóxicos obtenidos en el circuito ilegal, en general le apuntan al puma. Y la paradoja, en esta y otras historias, es que el puma no comió el veneno que mató a otros animales.


“Es más fácíl y rápido poner el cebo tóxico. Pero es peor. Hay otro camino, que es más largo y difícil, pero es el que debemos elegir”, dice la veterinaria.


Se refiere a otros métodos para que el puma no ataque al ganado, como los perros entrenados para defender los rebaños: en Córdoba ya se han entregado siete en forma casi gratuita. Hay más: llevar burros a los campos, ya que se comportan como los perros. No dejar sueltas a las ovejas y las cabras a la noche e instalar en los corrales alambres electrificados que no son letales para los invasores pero son suficientes para espantarlos. Sumar sistemas de luces como en Australia.

“Es más trabajoso, pero mucho mejor”, dice María. Así despidió María al cóndor que murió envenado en el sur de Río Negro: “Naciste en el año 2019 en la reserva Tatu Carreta para ser libre, pero solo te dejaron volar dos años. Te despedimos Yastay con mucha tristeza y con el compromiso de seguir luchando por una convivencia respetuosa con el ambiente. Que la justicia actúe”.


Leyes de trazabilidad para los agrotóxicos y kits de urgencia

Se han rescatado más de 300 cóndores de todo el país. Muchos llegan heridos o muertos como consecuencia de la ingesta de cebos tóxicos, una de las problemáticas que presenta la especie y que ha tomado protagonismo en los últimos años. Se trata de una costumbre de algunos pobladores ganaderos para tratar de controlar grandes carnívoros que afectan su producción como pumas y zorro. Sin embargo, esta práctica resulta ineficiente e inespecífica dado que pone en riesgo todas las formas de vida. El cóndor andino por su biología de carroñero es una de las especies más afectadas por esta práctica.

El cóndor puede tener una envergadura de alas de tres metros. Aquí, dos liberados enn Sierra Pailemán.

El Programa para la Conservación del Cóndor Andina (PCCA) realiza encuestas a pobladores rurales y talleres de capacitación a través de la Estrategia Nacional de Uso de Cebos Tóxicos (ENCT), además de campañas educativas.

Se trabaja en el marco legal, propiciando leyes de trazabilidad y prescripción de agrotóxicos, así como modificaciones al código penal, en lo que hace al delito ambiental. La ECNT entrega kits de urgencias, para proveer de elementos de seguridad al personal que intervenga en el campo, material para documentar lo sucedido, recolectar muestras para estudios toxicológicos y sanear la zona.


El cóndor andino es el ave voladora más grande del mundo

Mide 1,20 m de altura y 3 m de envergadura alar, llega a pesar 12 kilos. El cambio del plumaje se relaciona con la madurez y se inicia entre los tres y cuatro años, cuando se evidencia la muda del plumón gris del collar por el blanco de los adultos. Los cambios se dan en forma y el plumaje marrón ocre de los juveniles se va tornando gris, para definir el color negro y blanco a los siete u ocho años.

Los machos poseen cresta y el iris de color café. En cambio, las hembras no poseen cresta y el iris es de color rojo (en su madurez sexual). Como todos los buitres, presentan ausencia de plumas en la cabeza y cuello. Entre otras funciones, ayuda a mantener la higiene del animal cuando comen la carroña. Sus patas no son prensiles, son robustas, con dedos fuertes, pero con uñas romas débiles. Gracias a su fuerte y ágil pico, es capaz de abrir el cuero de grandes animales muertos: así, tanto él como carroñeros menores accedan al alimento.

Entre las causas que explican el progresivo panorama de retracción de la especie, está el hecho que durante cientos de años se lo consideró una plaga, matándolo por la errónea creencia que atacaba al ganado para comer, cuando en realidad es carroñero.

Aún hoy son blanco de inescrupulosos cazadores, víctimas de envenenamiento por ingestión de balas de plomo a partir de animales que fueron abatidos o intoxicados al consumir restos de animales que han sido envenenados, con el supuesto propósito de exterminar otras plagas.

Parques eólicos mal emplazados, basurales a cielo abierto, el choque contra estructuras hechas por el humano, como los cables de alta tensión, los disturbios en sus áreas de descanso y nidos, la recolección de los huevos y pichones para colecciones de museos, la reducción de otras especies, como el ciervo o el guanaco, que forman parte de su dieta y la alteración de su hábitat natural ponen en peligro su supervivencia.

Fuentes: Programa de Conservación del Cóndor Andino (PCCA), Fundación Bioandina Argentina. Reserva Tatú Carreta


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